Al igual que la Guerra de Vietnam causó estragos en Estados Unidos y sus aliados, el conflicto de Siria empieza a pasar factura, especialmente a los Estados Unidos que han convertido a este país en un desastroso campo de batalla con muchísimas pérdidas humanas. Todavia no se han terminado las hostilidades cuando se cierne una nueva amenaza de
escalada militar. Jeffrey Sacks, con su autoridad moral pide la urgente intervención del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para detener esta carnicería.
Si hacemos historia recordaremos que en 2011 en el contexto de la Primavera Árabe, el gobierno de Estados Unidos junto a los respectivos de Arabia Saudí, Qatar, Turquía e Israel, decidieron poner punto final al régimen del Presidente Basar al-Asad. Aunque nos indica Sacks que derribar al gobierno de otro país supone una violación manifiesta del Derecho Internacional.
En el año 2012 el presidente Barack Obama, autorizó a la CIA para apoyar a la oposición Siria con la suposición, que resultó errónea de que en Siria iba a ocurrir lo que sucedió con los gobiernos de Túnez y Egipto al comienzo de la Primavera Árabe.
El régimen de Asad se apoya en la minoría Alawi Shia que representa solo un diez por ciento de la población, mientras que los sunitas un setenta y cinco por ciento, los cristianos diez por ciento y el restante cinco por ciento entre varios incluidos los drusos. Sin embargo, el régimen de Asad cuenta con el respaldo de Irán y de Rusia que tiene una base naval en su costa.
Para abigarrar este complicado escenario, tenemos que mencionar a Turquía que considera a Siria parte de su pasado otoman y que quiere contrarrestar las ambiciones territoriales de los kurdos que desean, incluso, crear un Estado en Siria y en Irak.
Por su parte Arabia Saudí, desea socavar la influencia de Irán en Siria y ampliar su influencia mientras que Israel también anhela cercenar la presencia de Irán y sus peligrosos aliados de Hezbollah en Líbano y Siria y de Hamas en Asia. Para completar el mosaico, Qatar desea imponer un gobierno suní. Un verdadero tratado de Relaciones Internacionales, un caso práctico para estudiantes, aspirantes a matrícula de honor.
En el plano militar la coalición dirigida por Estados Unidos intentó agruparlos en una entelequia llamada Ejército Sirio de Liberación, que no era otra cosa, que una imposible amalgama de disidentes sirios, de kurdos autonomistas y de jihadistas apoyados por Arabia Saudí y Qatar.
El resultado ha sido catastrófico, ha causado un éxodo bíblico de refugiados creando un verdadero conflicto internacional y proporcionando un pretexto perfecto a la extrema derecha para exacerbar sus políticas racistas y nacionalistas, por no hablar del drama humano de millones de personas.
El profesor de la Universidad de Columbia enumera cuatro razones para el fracaso de esta operación en Siria.
La primera es que este régimen cuenta con el apoyo de los cristianos y de otras minorías influyentes que se oponen con fuerza a un régimen islamista suní. La segunda, que Irán y Rusia estuvieron en contra con determinación. La tercera que la coalición desperdigó sus fuerzas en tratar de derrotar a diversos grupos yihadistas en vez de ir contra Assad. Y, por último, la crónica división en su misma coalición, ya que los turcos estuvieron y están en lucha con los kurdos que son los principales y efectivos aliados de los Estados Unidos. El drama es que estas cuatro razones que describe Sacks son ahora más válidas que nunca. La guerra se ha convertido en un conflicto de trincheras, se ha encallado pero continúa el derramamiento de sangre.
La guerra de propaganda presenta el caso de Siria, como una guerra civil, pero las violaciones del Derecho Internacional de los aliados son flagrantes y la intervención directa de iraníes y de rusos es evidente. En realidad, se trata de un conflicto encubierto con el pretexto de acabar con Asad entre Estados Unidos y sus amigos e Irán y Rusia. Una mini gran guerra opacada por el final de ISIS con todas sus atrocidades. El problema se agrava, ya que estamos en vísperas de una escalada militar.
Para Sacks ha llegado la hora de la verdad y aceptar la persistencia del régimen de Asad, aunque sea muy despreciable, y tenga graves delitos, esto lo añado yo, como utilizar la guerra química y posiblemente bacteriológica en sus violentas respuestas militares, que llenan de horror nuestros telediarios.
Ha llegado la hora de que el Consejo de Seguridad, apoyado por las grandes potencias, se decida a enviar a sus cascos azules, para restaurar la soberanía siria y reactivar los servicios públicos y al mismo tiempo impedir la sangrienta venganza de Asad contra sus enemigos.
La guerra vergonzante que desde 2017 anunció el presidente Trump consistente en debilitar a Asad, sin derribarlo, tiene que terminar y reconocer al régimen de Asad y tragarse la bilis de ver a rusos e iraníes campar a sus anchas en Siria. Debería imponerse una paz pragmática que aunque sea difícil de digerir y resulte muy desilusionante como final de esta trágica intervención americana en esta región del mundo, puede permitir a la población Siria volver a su vida cotidiana y lograr, este es nuestro punto de vista europeo, que regresen los refugiados a este martirizado país e impulsen su reconstrucción. Si Alemania y Japón lo consiguieron después de la II Guerra Mundial, por qué no se va a producir esto mismo en Siria.
Creo que para los europeos estas atinadas observaciones de Sacks son muy importantes, pues no se entenderían a los populismos que nos afligen sin el permanente drama de los refugiados que han puesto, incluso, a la poderosa Alemania, al borde de la ingobernabilidad y que han convertido a Hungría y a Polonia, en países semi-autoritarios. Muerto el perro se acabó la rabia.
Joaquín Antuña
Joaquinant@hotmail.com
