Los americanos son maestros en retratar su historia, desde las películas del Oeste, de vaqueros, indios, soldados azules y caravanas de colonos, hasta los films de guerra, con su guerra de Secesión a su participación en las dos grandes guerras del siglo XX. Narran episodios de su historia resaltando el patriotismo y la forja de una nacion.
Clint Eastwood no es ajeno a este empeño, de reflejar la pequeña crónica de la vida de su pais y a sus 87 años, nace en 1930, sigue al pie del cañón y en su último trabajo describe el heroísmo de personajes comunes, en este caso soldados, envueltos en un ataque yihadista en Francia en un tren de alta velocidad, que se dirigía a París y que fue un hecho de crónica que abrió los telediarios de medio mundo.
Lo insólito es que Clint lo hace con los tres soldados que protagonizaron la gesta y reuniendo en este tren a los pasajeros reales e incluyendo la entrega solemne de la legión de honor a estos chicarrones que se enfrentaron a un terrorista armado hasta los dientes, con un verdadero arsenal con el que quería sembrar la muerte a trescientos kilómetros por hora.
El Presidente Hollande pronuncia uno de esos discursos de resonante retórica de patriotismo universal en el insuperable estilo de la grandeur francesa, que siempre deriva de los ideales de la revolución de 1789, con su libertad, igualdad y fraternidad. Lo notable es que parece una filmación reciente, cuando es un fundido de telediarios galos, una obra de arte. La legión de honor lucirá en el pecho de estos valientes.
Estos tres mozos proceden de emigrantes, uno de Alemania, otro griego y el tercero de África, pero los tres se consideran ciudadanos de las barras y estrellas, orgullosos de su país, de su religión y de su destino personal de mejorar el mundo, de inflamar de patriotismo sus vidas.
Sin embargo no son ciudadanos ejemplares, rebeldes en su juventud, malos estudiantes, visitando las dependencias de su colegio
católico, para ser reprendidos y amenazados con la expulsión, ante la impotencia de sus padres. Emprenden la carrera militar, cuando el tío Sam, necesitaba voluntarios en sus guerras de Afghanistan, sirven en diversas unidades, pero conservan su amistad y su camaradería.
Su formación militar, las marchas y ejercicios prebélicos, no demuestran virtudes especiales, son en todo jóvenes militares del montón, que cumplen, escurriendo el bulto cuando pueden, deciden un reencuentro aprovechando un permiso para un viaje por Europa, el germánico siguiendo las huellas de su abuelo y los tres en busca de las grandes ciudades europeas, turistas poco menos que mochileros.
El destino les tenía reservada una cita con la gloria, como a nuestro héroe del monopatín, que de joven tardío, pues estaba al final de la treintena practicando su deporte favorito con jovencitos de 17, con hábitos juveniles, casi infantiles, se le cruza también la gloria, al arriesgar y perder la vida en defensa de una mujer y de unas personas en un ataque terrorista en Londres, Echeverría ha sido proclamado héroe en Inglaterra y en España, su gesta, reaccionar de forma ejemplar para amparar a sus conciudadanos.
Los tres amigos no mueren, el más corpulento de ellos es hospitalizado después de su lucha a brazo partido con el terrorista, al que hiere, pero conserva su vida, los otros dos salen indemnes y son aclamados desde el primer momento por la policía y los pasajeros y recibiendo una gran apoteosis en el Palacio del Elíseo, una historia con final feliz.
Valores patrióticos y religiosos, vigor juvenil, ingenuidad paleta de estos americanos de a pie, el hombre de la calle que se erige en héroe, este gran mito de Estados Unidos.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
