Entre los taxis de Madrid, hay uno que es un aula de ecología, se trata de Fausto, un taxista de hablar muy recio, un verdadero serrano de la Comunidad de Madrid. Es de Buitrago y es una persona enamorada de los
árboles, es miembro destacado de la Asociación del Tejo y colabora también con Arba, la asociación que se dedica a ilustrar la gran variedad de ecosistemas vegetales que existen en la Península.
Fausto me dice, mientras recorremos una y otra vez, por un asunto de papeleo urgente, esa Gran Vía achicada por Carmena que en la Península disfrutamos de dos grandes regiones florísticas, la eurosiberiana y la mediterránea. Entre las eurosiberianas, entre árbol y árbol, Fausto ataca a los funcionarios puestos a dedo en la Consejería de Medio Ambiente, por ese defecto tan español del nepotismo; pero él sigue con su tema y no para de hablar de los hayedos.
El procede de un pueblecito de esas características y ahora pasa a platicar de los robledales y los pinares. En estos últimos destaca un pino de transición, el Pinus Nigra, hacia los árboles mediterráneos que son el Encinar, el Alcornoque, que conste que no insulto a ningún político y después los pinares piñoneros de carrascos y resineros.
Sin embargo, lo suyo para este entusiasta taxista y ecologista, es el Tejo, ese árbol milenario que él desea que repueble las zonas umbrosas españolas. El Tejo precisa agua, por eso es un árbol de valle y como una especie autóctona es muy resistente al fuego, a diferencia de los eucaliptos australianos que se queman con gran facilidad.
Al decirle que soy de Mieres se da la vuelta y me da la mano y empieza a tutearme, sin duda me considera un activista social, para el contador del taxi y seguimos nuestro camino. Este recorrido Gran Via abajo, Gran Vía arriba, incluida la Cibeles me rebela un hecho que tengo que compartir con mis queridos lectores. En una hora estimada, el Carril Bici, obra sublime de Ahora Madrid, la utilizan tan solo diez bicicletas, un lujo inusitado. Fausto carga contra ellos, dice que no respetan los semáforos y que constituye un problema para el tráfico.
Sin duda los munícipes madrileños sueñan con convertir a Madrid en Amsterdan, pero ni tenemos canales ni somos una ciudad llana, ni es una costumbre arraigada. Hasta ahora sólo es útil para los cicloturistas y para los paseos en bicicleta que sirven para ilusionar y atrapar al personal.
Fausto entra en el tema del calentamiento global y me aporta una prueba palpable; los árboles junto al Museo del Prado que no son de hoja perenne, este año no han perdido sus hojas, aún las conservan, le meto un dedo en el ojo al preguntarle cómo es posible que tenga un coche Diesel, me asegura que el suyo es el menos contaminante por ser el mas eficiente. Se ve que las predicas de acabar con los Diesel, no han llegado todavía al bueno de Fausto. Al llegar a nuestro destino, me entrega un par de folletos, me recomienda otro par de videos sobre silvicultura y me escribe su dirección de correo electrónico.
En el techo del interior del taxi, luce una corteza de Tejo representando a
la Península Ibérica. Se despide recomendándome ir a ver en Asturias un Tejo Milenario, confieso que no retuve el nombre del sitio pero todo este discurso sobre árboles, plantas, vegetaciones, me ha dejado prendido y me gustaría pasearme con mis amistades por algunos hayedales sintiéndome como un Jean-Jacques Rousseau en compañía de este ardiente ecologista que da lecciones magistrales en su taxi madrileño.
Se ha perdido un excelente guardia forestal pero en Madrid hemos ganado una cátedra volante de ecología. Los urbanitas lo necesitamos.
Joaquín Antuña
joaquinant@hotmail.com
