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Carlos Cruz Díez cambiando paradigmas

sábado, 20 de enero de 2018
Carlos Cruz Díez cambiando paradigmas
Carlos Cruz Díez cambiando paradigmas. "Fisicromía para Madrid."(1992)

Habiendo leído recientemente el libro El paradigma del arte contemporáneo. Estructuras de una revolución artística de Natalie Heinich, (Casimiro Libros, Madrid, 2017) utilizaré términos de su discurso para comentar una de las importantes obras de Carlos Cruz Díez, del gran artista optical venezolano. Me refiero a Fisicromía para Madrid, situada en el Parque Juan Carlos I de la capital desde el año 1992 en el cual se inauguró, y cuya autoría ha sido poco divulgada por razones que no vienen al caso, que tienen que ver con los desaguisados que se producen cuando los políticos no respetan la cultura como un bien de todos, sino como una propiedad de partido. Junto con esta escultura se inauguraron otras diez de las que poco se sabe, por las mismas causas, y que merecen reconocimiento por su calidad y el nivel de los escultores que las realizaron. Iré comentándolas en otros post.

Esta obra es una escultura en sentido contemporáneo, pero no tiene los atributos de lo que ha sido y lo que en general se ha llamado escultura desde el arte clásico hasta las vanguardias, porque es un muro sobre pilares de hormigón, que representa uno de los muchos ejemplos en los que se rompió el paradigma del arte moderno a partir de los años sesenta del siglo pasado, el que podríamos entender como normal si utilizamos la terminología de Kuhn aplicada al campo científico, la cual usa Heinich para hablar de arte. Sin mucho entrar en teorías y simplificando: creo que en nuestras cabezas cuando decimos escultura estamos pensando todavía en una figura sobre una peana, porque el paradigma del clasicismo y su estela pesa por encima de gran parte de la memoria cultural de otros modelos escultóricos, aunque ya hallamos asumido los de la abstracción y otros que surgieron con las primeras vanguardias del siglo XX. Y ese sería el paradigma normal a lo largo de siglos.

El muro y los pilares pertenecen al campo de la arquitectura histórica, no al de la escultura normal, cuya normativa se mantuvo hasta la crisis del impresionismo a fines del siglo XIX. Así que al atribuirse elementos de otro arte está rompiendo con los límites que separaban la escultura de la arquitectura, en la línea de las actuaciones y creaciones situadas final de las segundas vanguardias del siglo XX, allá por la década de los sesenta.

Fisicromía para Madrid se sitúa en un lugar de paso, en un punto de cruce de senderos; es un mural ondulante enclavado en una encrucijada, casi al extremo de los límites del Parque Juan Carlos I de Madrid. Su anclaje diagonal sobre los pilares le da un sentido dinámico proyectándola hacia el paisaje del fondo, hacia los planos del escenario natural situado ya fuera, ondeando sobre esa perspectiva como una bandera: el inmenso muro de cuarenta por dos metros se expande más allá de sí mismo a causa de los efectos dinámicos del color, del ritmo orgánico de los planos y de los volúmenes.

Va cambiado el cromatismo del monumento según avanza el paseante en movimiento hacia él, logrando una mayor multiplicidad cromática y lumínica que cuando el espectador se sitúa estático frente a la escultura. La inestabilidad de la luz y del color se logra con el buscado efecto moiré, que según las leyes de la óptica produce al sistema perceptivo del ojo humano una incapacidad para resolver las interferencias cromáticas, añadiendo vibración con radiaciones luminosas, que expanden virtualmente el plano físico fuera del espacio y del objeto artístico. Esa constante metamorfosis evoca las varias horas del día, las diversas luces de las estaciones del año, identificándose con la idea de lo cíclico presente en todo el parque y su jardinería.

Cruz Díez, que viene de la pintura de paisaje en sus comienzos, planteó aquí una ambientación paisajística, interpretada desde la confluencia de la pintura, la escultura y la arquitectura, presentes en este volumen dinámico. La geometría lineal del rectángulo se combina con una organicidad sinuosa, que se acompasa con la de la morfología natural del terreno, con sus subidas, bajadas y ondulantes vaguadas, presentes en este volumen de estructura dinámica como en el ritmo de gran parte de la vía de agua que recorre el parque, me refiero a la ría.

Incontables y delicados registros de color inundan el espacio que circunda al muro flotante modelándolo. Ese discurso cromático en continua transformación consigue simultáneamente aparentes cambios del volumen real y del espacio, expandido en mágicas tramas coloreadas.

Cruz Diez ha realizado obras de ambientación urbana a partir de los años ochenta, y esta sería una de ellas. Experimentó aquí sus investigaciones sobre el color como ente autónomo, si bien utilizó un soporte arquitectónico, que va determinando en sus ritmos la dinámica cromática visual.
Carlos Cruz Díez cambiando paradigmas
La diagonal posicional de la estructura se refuerza con la que se produce por las interferencias cromáticas: una línea negra cruzando el largo rectángulo. En torno a esa diagonal danzan vibrantes los colores con destellos intensos, potenciados por las cualidades del soporte de aluminio termolaqueado. Y un halo flota sobre la superficie, creando un efecto mágico, una realidad ficticia basada en la óptica y la métrica.
Toda esta expansión rompe visualmente los límites físicos objetuales y da autonomía al color, en este caso proyectándolo hacia el paisaje del fondo, ondeando sobre ese horizonte como una bandera.

*Fisicromía para Madrid, 1991. Long, 40 m. Al, 2 m. Sobre pilares de hormigón de 9 m. Acero corten y aluminio pintado.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


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