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De Miguel Ángel Blanco a Santiago Fariña

miércoles, 17 de enero de 2018
El 12 de Julio de 1997 me encontraba, junto con otros muchos ciudadanos de Vigo, disfrutando de un excelente día de sol en la playa de Samil. El día transcurría con enorme inquietud. Vencía el plazo que la banda terrorista ETA había dado al gobierno de Aznar para que aceptara cambiar la política de acercamiento de los presos terroristas al País Vasco bajo la amenaza de asesinar a Miguel Ángel Blanco, concejal de Ermua, que había sido secuestrado por la banda dos días antes.

No había sido secuestrado Miguel Ángel por haberse mostrado especialmente beligerante contra la organización terrorista desde el Consistorio donde desarrollaba su labor de concejal. No se le conocía, en los dos años que estuvo afiliado al partido, ninguna intervención verbal ni tampoco escrita que pudiera haberlo señalado ante la banda terrorista como un objetivo. A mi entender, Miguel Ángel Blanco fue uno de tantos militantes del Partido Popular que no sabía que narices pintaba allí. Sus padres, de origen ourensano (de Xunqueira de Espadañedo), habían tenido que emigrar al País Vasco, como tantos otros gallegos, en busca de las posibilidades que su tierra natal les denegaba. No se sabe que durante su juventud tuviera ninguna inquietud ni social ni política y el hecho de que se afiliara al partido ya con 27 años, debido a la insistencia ejercida por parte de su amigo Iñaki Ortega Cachón (presidente de Nuevas Generaciones en el País Vasco), parece corroborar esa falta de interés.

No era líder de nadie ni símbolo de nada. La banda terrorista lo escogió simplemente porque era un objetivo fácil: no había sido amenazado, no disponía de escolta, era metódico en sus desplazamientos y no llamaba la atención. Se trataba, en fin, de un hombre sin trayectoria política ni tampoco social y por ello pasaba absolutamente desapercibido. Era, en resumen, una presa fácil.

La negativa de Aznar a negociar con ETA, o como él la denominaba “Grupo Nacional de Liberación Vasco” justificó a los infames asesinos Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, Irantzu Gallastegue Socupe, alias Nora y José Luis Geresta Mujika, alias Ttotto, a cumplir con el más horrendo de los escenarios: Mujika le obligaba a ponerse de rodillas con las manos atadas a la espalda y Gaztelu le disparaba dos veces en la cabeza provocándole la muerte en la madrugada del día siguiente. Mujika se suicidaba dos años después y los otros dos fueron condenados a 50 años de cárcel.

Es complicado saber si el gobierno de Aznar debió negociar en aquel momento con la banda terrorista (curiosamente si lo hizo al año siguiente y al otro), pero lo que sí se sabía, por aquel entonces, era que el gobierno de Felipe González ya había mantenido negociaciones con la misma banda, es decir, ya había un precedente, y por ello, nadie le hubiera echado en cara al Sr. Aznar que hubiera negociado la libertad de Miguel Ángel, pues cualquiera de nosotros, también los miembros del gobierno, hubiéramos negociado y claudicado hasta con el mismísimo diablo si el secuestrado hubiera sido nuestro hijo.

De los 829 muertos ocasionados por la banda terrorista en sus 43 años de existencia, y de los más de 300 que cayeron a manos de otros grupos como: Anarquista, Yihadista, Grapo, Batallón Vasco Español, Alianza Apostólica Anticomunista (triple A), Antiterrorismo ETA (ATE), Acción Nacional Española, Grupos Armados Españoles (GAE), Guerrilleros de Cristo Rey, Comandos Antimarxistas, Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) etc. etc. etc, el gobierno de Aznar, con la inestimable ayuda de Radio Televisión Española, escoge a Miguel Ángel Blanco no solo como símbolo de las víctimas de ETA, sino como emblema de todas ellas, pero eso sí, dejando fuera de esa representación, como explícitamente dijo su hermana Marimar Blanco (presidenta de la Fundación Víctimas del Terrorismo, presidenta de la Fundación Miguel Ángel Blanco, miembro del comité ejecutivo nacional del PP y diputada en el Parlamento Nacional) a las más de 114.000 víctimas asesinadas a manos del terrorismo franquista, algunas de ellas en Ribadeo, nuestro querido pueblo.

Supongo que no se utilizó ningún criterio en su elección, pues entiendo que entre tantas alguna habría que reuniera mayor bagaje en defensa de los derechos civiles y mayor compromiso en la lucha a favor de las libertades, y por ello pienso que se escogió a Miguel Ángel Blanco para acallar la mala conciencia por haber sido la única víctima que el gobierno pudo haber evitado. Podría haberse elegido a Begoña Urroz Ibarrola, de tan solo veintidós meses, muerta el 27 de junio de 1960 y considerada la primera víctima por atentado terrorista, a José Pardines Arcay, guardia civil, primera víctima etarra asesinado el 7 de junio de 1968, tampoco hubiera estado mal elegir a las 21 víctimas de la matanza de Hipercor (cuatro de ellos eran niños) en el atentado producido el 19 de junio de 1987, o a las 11 fallecidas (seis niños y dos gemelas) en el atentado en la casa cuartel de Zaragoza del que ahora se cumplen 30 años, tampoco desentonarían las víctimas de la matanza de Atocha, atentado cometido por la extrema derecha española el 24 de enero de 1977 en el que murieron cinco abogados laboralistas (la actual alcaldesa de Madrid se libró por pura casualidad), o que pensar de la idoneidad de las 192 víctimas del atentado Yihadista del 11 de marzo del 2004. Podría haberse elegido a cualquiera de ellas y por supuesto, también, a Miguel Ángel Blanco, incluso podría haberse elegido a García Lorca o, porque no, a Santiago Fariña, pues todas y cada una de las más de 114.000 víctimas del terrorismo franquista, tendrían derecho a serlo.

Seguro que quedará algún descerebrado tinterillo franquista y algún ignorante personajillo fascista, que seguirán negando el hecho de que esta mierda de país sea el segundo del mundo (solo por detrás de Camboya) con mayor número de desaparecidos. Que negaran el hecho de que haya más de cien mil muertos a manos de franquistas (hombres, mujeres y niños perfectamente identificados) de los que, a día de hoy, se desconoce su paradero. Que argumentarán que aquello no era terrorismo, que se trató de un bando contra otro, de que todos hicieron barbaridades…, pero no es así. El terrorismo implantado en todo el país por el asqueroso genocida regó de víctimas todo el territorio nacional y nuestro pueblo no fue una excepción. Los que ya tenemos muchos años sabemos, por relato directo, quienes fueron las víctimas y quienes fueron sus verdugos y no me refiero a los que mataron las tropas fascistas cuando entraron en el pueblo, me refiero a los honrados y honorables convecinos que los fascistas asesinos sacaron de sus casas a punta de pistola con nocturnidad, alevosía y tremenda cobardía a los que, al igual que hicieron a Miguel Ángel Blanco, maniataron de pies y manos y les descerrajaron dos tiros. A Santiago Fariña, además, le rompieron a golpes las rodillas para acabar tirando su cadáver al mar, pero como todavía no les parecía suficiente, los mismos matarifes iban por las noches a asustar a su viuda y a sus cinco pequeños huérfanos golpeándoles la puerta y las ventanas. Pero eso no fue terrorismo… eso fue salvar a España de las hordas socialistas que era, al fin y a la postre, el único delito del honrado Santiago Fariñas: ser un militante del Partido Socialista Obrero Español.

También argumentarán que todos hicieron barbaridades…, pero no es así. Desde que el 14 de abril de 1931 se proclamó las II República y se abolió la corrupta monarquía borbónica hasta el 18 de Julio de 1936 en que se produjo el golpe de estado, no se tiene constancia de que en nuestro pueblo se hubiera cometido, no solo ningún crimen, sino, ni tan siquiera, ningún incidente atribuible ni a las autoridades republicanas ni a ninguno de sus simpatizantes. Pero es que, además, durante los cinco días que tardaron las tropas fascistas en ocupar el pueblo (del 18 al 23 de Julio y en estado de guerra) se respetó, como no podía ser de otra forma, la vida y hacienda de todos los convecinos que supuestamente fueran proclives a los golpistas, no siendo detenido ninguno de ellos sino incluso ni molestado.

Se acaban de cumplir 42 años de la muerte del innombrable y seguimos en las mismas. Grupos de fascistas desfilan (con permiso de la Delegación del Gobierno) por las calles de Madrid camino del monumento de la vergüenza y M punto Rajoy y sus secuaces, que se siguen oponiendo al cumplimiento de la Ley de la Memoria Histórica y votando en contra de la PNL presentada en el Parlamento para anular los juicios franquistas, miran para otro lado. Claro, no vaya a ser que esa nulidad abra una espita por la que sus legítimos propietarios puedan reclamar las propiedades incautadas durante la dictadura. No olvidemos que las confiscaciones patrimoniales englobadas en los más de 250.000 expedientes de incautación abiertos por los franquistas, representan el mayor expolio de la historia de España contemporánea.

Que diferencia, mientras que Miguel Ángel Blanco (que tiene todos mis respetos) da nombre a más calles, plazas, plazoletas, rotondas, jardines, agrupaciones, fundaciones y asociaciones, que ningún otro personaje español, mientras sus asesinos, capturados y juzgados, cumplen sus penas, mientras su familia, al igual que todas las que sufrieron el terrorismo postfranquista, fue debidamente indemnizada, mientras su hermana, Marimar Blanco, que no quiere que su hermano represente a las víctimas del generalísimo, fue altamente reconocida, a Santiago Fariña Reinante, honrado y honorable vecino que regentaba un modesto negocio en la Rúa Amando Pérez, del que jamás se supo que hiciera, por acción u omisión, daño a nadie y que su “único delito fue el de ser miembro del Partido Socialista”, no da nombre a ninguna calle, ni plaza, ni plazoleta, ni rotonda, ni pequeño recuncho, a pesar de que, como a Miguel Ángel, unos terroristas, es este caso franquistas, le descerrajaron dos tiros en la cabeza. Sus asesinos no solo no penaron condena, sino que además pasearon durante años con orgullo su fascismo por delante de su familia. Su esposa no solo no recibió indemnización alguna sino tampoco pensión de ningún tipo. Sus dos hijos varones tuvieron que emigran a Sudamérica para nunca más volver. Sus tres hijas no recibieron apoyo ni ayuda de institución alguna y tuvieron que salir adelante con enorme sacrificio.

A Santiago Fariña, por haber disfrutado de la amistad de su viuda y de cuatro de sus hijos (al mayor no llegué a conocerlo), en representación de las víctimas ribadenses vilmente asesinadas por convecinos falangistas bajo la fórmula del “paseo” o del falsario “juicio sumarísimo” que según el didáctico libro Sociedade Ribadense (1900 -1936) obra del metódico autor José María Lombardero Rico (Chemi) fueron: Antonio García Fernández, José María Torviso Fernández, Enrique Navarret García, Fernando Bellón Fernández, Antonio Martínez López, Florencio Carballo Novegil, Elías Soliño, José Antonio Díaz Alvarez, José Cantalapiedra Caparrós (Pepillo), Bruno Martinez Fernández (O Barquilleiro) Marcelo Álvarez López (Rafles, cuñado de mi suegra), Jesús Longarela Manciñeira, Dositéo Álvarez Seivane, Antonio Fernández Sánchez, Luciano Martínez Piñeiro (Tolete), Faustino Penedo Garcia (al que me referiré en otra ocasión), Manuel Soliño Medina y Cesar Margolles de la Vega, le dedico este humilde y sentido artículo.

Teniendo en cuenta de que la sociedad ribadense está compuesta por gentes nobles, honradas y cultas, que son capaces de dialogar y llegar a acuerdos en la discrepancia, ¿no sería el momento de reconocer, como sí se hizo con un alcalde falangista, a estos vecinos ribadenses que murieron víctimas del terrorismo franquista, con el nombre de una calle, o una plaza? Ahora que tenemos un alcalde democrático que dice ser progresista, ¿se atreverá a llevar a un pleno una propuesta en este sentido? Ahora que teniendo como tenemos calles con nombres en honor de médicos que ni dios sabe que bien hicieron por el pueblo como en el caso del Doctor Darriba… o de otros. Ahora que desde distintas plataformas se barajan nombres que no saldrían ni de un conclave de fumados, ¿no sería el momento de que todos los ribadenses reconociéramos el terrible daño que se hizo a estas familias y de que para paliarlo en parte ante sus descendientes recordáramos a estas inocentes víctimas con el nombre de una calle de nuestro pueblo?

Estamos en una democracia y el alcalde tiene mucho que decir o que callar en este asunto.
Sampedro, Jorge
Sampedro, Jorge


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