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Los días de esplendor (IV)

lunes, 15 de enero de 2018
Los das de esplendor (IV) "El pícaro molinero/no me quiere maquilar/a cuenta de mi maquila/un beso me quiere dar". Escuchando la canción "El pícaro molinero", interpretada magistralmente por Marisa Valle Roso, me acordé de aquel molino que había en los días de esplendor:

El molino se ubicaba en un delicioso paraje, al lado de una gran pradera llena de árboles frutales que se prolongaba entre el cauce del río principal y el arroyo por donde corría el agua que salía del molino. El agua llegaba al molino por un canal que tenía numerosas compuertas y que derivaba el agua del río principal por medio de una frondosa arboleda.

2322 En aquellos tiempos los campesinos llevaban el trigo y el maíz en sacos al molino para obtener la harina con que elaborar el pan en sus casas o alimentar al ganado. Había tres molinos maquileros de turbina, dos de los cuales trabajaban sin parar todo el día. A veces la gente esperaba un rato conversando con el molinero y así luego ya podrían llevarse a casa el trigo o el maíz molido. Al calor del fuego de la "lareira" se hablaba de todo lo habido y por haber, y las conversaciones siempre eran muy amenas.

Los molineros eran todos muy locuaces y algunos contaban recuerdos de sus amoríos de juventud y otros fantásticos relatos. Cada vez que se marchaba un molinero se producía una cierta tristeza en las gentes, tristeza que desaparecía cuando entablaban amistad con el nuevo molinero que llegaba.

Guardo un nostálgico recuerdo del molino de los días de esplendor, de los molineros y de aquella noche en la que nos reunimos todos los jóvenes del lugar con el molinero a comer las castañas asadas en el horno de cocer el pan que había en el molino. Durante el magosto, en el que corrió el champán como en una boda, contamos con la presencia de un vecino que como tantos otros había estado en Cuba y que tocaba el acordeón, el cual nos contó que durante su estancia en La Habana en la época del presidente Machado había estado a punto de ser arrojado por una rampa al mar por haberlo confundido con otra persona. Según parece, esta debía de ser una práctica frecuente en Cuba durante el mandato del citado presidente, tal y como se da a entender en la página 138 del libro de memorias de Pablo Neruda "Confieso que he vivido", donde se dice: "...las prendas de los presos políticos, relojes, anillos y a veces dientes de oro, aparecían en el vientre de los tiburones pescados en la bahía de La Habana."
Paz Palmeiro, Antonio
Paz Palmeiro, Antonio


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