Bravo! Bravo! Bravo! Estas exclamaciones me han brotado espontáneamente al final de este gran espectáculo, de un film total, de guión excelente, de actores que recitan, cantan y bailan como los ángeles. Algunos críticos tratan de trazar paralelismos entre Barnum ese pionero de los grandes shows y Donald Trump lo que es algo disparatado para una película musical cuyo proyecto y realización datan de antes de que nadie pudiera imaginar que Trump llegara a Presidente.
El musical es la gran aportación de Estados Unidos y del mundo anglosajón al mundo del espectáculo. Cultura popular, Cultura de masas, Cultura del ocio con mayúsculas. Es una fantástica eclosión de creatividad dirigida no a un mundo elitista, como la ópera o el ballet, sino a todos los ciudadanos, desarrollando un lenguaje simple, aunque muy colorido, con una consagración de todas las artes del Parnaso griego. Un intento ciclópeo, que exige mucho dinero, muchos artistas, mucho talento.
Mis incursiones en el mundo del espectáculo me permiten evaluar lo que significan musicales como 'La La Land' y el gran Showman.
En Italia dirigí un festival de la juventud en la Basilica de Majencio del Foro Romano de la Ciudad Eterna en mis épocas de colaborador de Caritas Internationalis, con aquellas reuniones inolvidables en un local en frente de Ponte Sixto, que nos lleva de las cercanías de Piazza Navona al Tarstevere, y puedo asegurar que dirigir a unas mil personas es algo que no se olvida fácilmente y todo ello sin libreto, ni guión, improvisando. La experiencia me entusiasmo y dirigí varias obras con compañías de aficionados en teatros italianos de postín, pero la vida me llevaba por otros derroteros y tras abandonar un proyecto de estudiar teatro en Alemania, repliegue al mundo de las Naciones Unidas, pero esa es otra historia.
En Italia estuve en contacto con las plateas más famosas, de las Termas de Caracalla a la Arena de Verona y siempre me han entusiasmado todos los proyectos de llevar el teatro, la ópera, los ballets al gran público y eso es lo que precisamente hizo el empresario Barnum y lo que hacen los 40 teatros de Broadway con los grandes musicales. Espectáculos totales, que se diferencian de las épicas operas de Wagner por ser accesibles y no exigir una cultura musical, ni estética, pues con su acción y sus músicas ligeras envuelven a los espectadores, todo un logro y trasmiten un mensaje popular.
La interpretación de Hugh Jackman es de las que hacen época, reflejando ese mensaje típicamente americano de superar los obstáculos y de lograr el triunfo, en un mundo incluyente y democrático, con gran creatividad, de un personaje que revolucionó el mundo teatral inventando el circo baja carpa tras un incendio doloso, que llevó a los diversos, la mujer barbuda, el enano, el gigante y tantas otras rarezas humanas ofreciendo espectáculo.
Empresario de ópera y construyendo su propio circo estable, descubriendo el mundo de la publicidad y utilizándolo a tope, pisando el Palacio de Buckingham en los primeros tiempos de la Reina Victoria, tejiendo una historia de amor y familia, los tópicos que hacen grande a los Estados Unidos, la familia y el pueblo, que junto a la religión son tres grandes pilares de América. Si a esto se añade un ritmo frenético, buenas canciones, música pegadiza, hacen de este film una obra de arte, no se busquen filosofías, ni interpretaciones políticas, siéntense y gocen del espectaculo.
Joaquin Antuña
joaquinant@hotmail.com
