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Cai Guo Quiang: (II) más que pólvora en el Museo del Prado

lunes, 18 de diciembre de 2017
Cuando sonaban las explosiones que Cai colocó sobre los puntos clave el olor a pólvora y a color inundaba el Salón de Reinos, mientras la cabeza del artista evocaba las victorias de la Casa de Austria pintadas en los cuadros que antaño colgaron en las paredes, pasadas por el tamiz de su sensibilidad oriental: y al terminar las mismas el artista, tal vez, introyectó toda la melancolía que destila de aquel vacío Salón de Reinos. Seguro que alguien le contó como aquellos cañonazos victoriosos habían durado a penas nada, y que el Príncipe Baltasar Carlos, en torno al cual giraba toda las Sala representando la virtud del heredero, había muerto pasada su adolescencia frustrando las últimas esperanzas de remontar la decadencia, que se cernía sobre los Reinos de España sin vuelta atrás. El pequeño, futuro monarca pintado por Velázquez como jinete tierno y luminoso, firme y en acción con su caballo en corbeta pendía del testero principal de la gran sala entre sus padres -a uno y otro lado- representando la esperanza en un futuro prometedor.

Cai Guo Quiang: (II) más que pólvora en el Museo del PradoEse espacio está cargado de memoria con lo que pudo ser el proyecto de España y no fue, huele a la pólvora ilusionada y desesperada de los últimos cartuchos, porque lo que no se logró es más doloroso que lo que se perdió, y porque la muerte imperial del país, definitiva, coincidía con el fallecimiento de un niño.

La muerte va unida a la pérdida, pero no sólo de la persona física y espiritual, sino a la pérdida de todo su mundo, de su historia compartida por los más próximos, y en el caso de una figura pública y política por el colectivo, en este caso por la nación.

Y en aquel espacio resuenan las voces de los poderosos y de los poetas, el eco de la música invadiéndolo en homenajes o actos políticos solemnes de la corona. Por eso, las historias de España del fin de siglo XIX y los historiadores del arte regeneracionistas se empeñaron en reconstruir con apoyo documental lo que el salón contenía: su planta arquitectónica, su realidad objetiva, la del espacio único que había quedado del gran Palacio Del Buen Retiro consumido por el fuego de los incendios, por la ruina.

Cai Guo Quiang: (II) más que pólvora en el Museo del PradoRescatadas las pinturas de Maino, Zurbarán, Velázquez, así como de los grandes pintores que participaron en este proyecto de la Corte de Felipe IV ideado por el Conde Duque de Olivares, y así también salvadas las de los otros espacios reales, como los Rubens de la Torre de la Parada o las obras de arte del Alcázar sobre cuyas cenizas se erige hoy el borbónico Palacio Real, y antes de todos estos el Castillo Moro, un “paisaje de la memoria nacional” enclavado sobre la alta falla del terreno que domina estratégicamente las penillanuras hasta el horizonte lejano de la Sierra del Guadarrama, en cuyo interior Velázquez pintó Las Meninas. Digo, y vuelvo al participio del verbo que encabeza este párrafo: rescatadas las obras de arte de aquellos monumentos desaparecidos se guardarían en el Museo del Prado, convertido en el cofre de las imágenes para el recuerdo de nuestra historia, a partir de la idea que sobre el mismo construiría el regeneracionismo.

¿Qué puede mitigar más la pérdida que la imagen sublimada por el arte de las glorias pasadas?, ¿Qué consuelo mejor tras haber perdido Bahía de Todos los Santos al poco de haberla ganado, si queda al menos la maravillosa interpretación de Juan Bautista Maino de aquella hazaña? , ¿Qué mejor para los peores tiempos que contemplar la “La Rendición de Breda” de Velázquez?.

Algo es algo… y el Museo del Prado es más que eso, es mucho.

Salvar y proteger el patrimonio nacional y la cultura se convirtió en una de las misiones principales de todas las culturas nacionalistas: la primera Sala de Velázquez en el Museo del Prado se inauguró en 1998, trágico punto final de la grandeza histórica española, la inauguraría Aureliano de Beruete, pintor de paisajes y erudito coleccionista e historiador del arte, socio fundador de la Institución Libre de Enseñanza y descubridor pictórico de la austera estética del paisaje de Castilla, participando del ideario de Francisco Giner de los Ríos sobre las cualidades de ese escenario.

Salvar el Prado fue para Hazaña, Presidente de la derrotada República, su última misión: los tesoros del Museo durmieron bajo su tutela en el Castillo de la Perelada¿????antes de pasar a Francia. Nadie puede derrotar al arte, a Velázquez, al Greco, a Goya, a Zurbarán… vencedores siempre en la sublimación de la memoria histórica.

¿Qué mejores tiempos que estos para reconstruir el espacio de este salón, cuando es frágil la soberanía de la nación de los Reinos de España, a cambio de formar parte de la Comunidad Europea?, ¿ Qué momento más idóneo cuando la crisis territorial amenaza la Constitución del 98?. A lo mejor la elección ha sido intencionada?.

Suerte a Foster y a su proyecto, que va a ser más que proyectar un edificio... más que pólvora.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


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