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José María Memet, animal político y poético

viernes, 08 de diciembre de 2017
Jos Mara Memet, animal poltico y potico Habitante y luchador incansable de la polis -si aplicamos el aserto de Aristóteles, unido a la voluntad de poetizar y liberar el mundo-, miembro activo del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, trabajó durante más de diez años en la Vicaría de la Solidaridad; fue detenido, secuestrado y torturado por los esbirros de la dictadura militar, cuyos vástagos ideológicos siguen pugnando hoy por recuperar el poder absoluto con que asolaron Chile durante dieciocho años, cuyas cadenas aún aherrojan esta feble democracia que nos venden y falsean a diario los medios de incomunicación. Se muestra orgulloso de su ancestro Mapuche por vía materna, la fuente más perdurable de todas, la que nos liga a esa cultura de la oralidad que es obra fundamental de las mujeres. José María destaca que sus ancestros habitan desde hace quince mil años los territorios de La Frontera, aún demarcados hoy por mano de colonos, terratenientes y otros varios expoliadores. El Walmapu vive una ocupación militarizada permanente, que no se difunde en la prensa mercenaria del sistema, preocupada de reportear quemas de camiones y predios por cuenta de las forestales.

Conocí a José María Memet en los albores de los 80. Me lo presentó entonces Luis Sánchez Latorre, Filebo, Presidente la Sociedad de Escritores de Chile. Recuerdo nítidamente su figura delgada, sus negros cabellos que le caían sobre los hombros, los ojos oscuros y acerados por una resolución que es parte de su manera de entender la vida, la poesía y la gestión cultural, como una batalla en la que detenerse es claudicar o capitular ante el enemigo feroz e implacable. Filebo lo recibió en la sala del Directorio, aquella noche de mi recuerdo, presentándolo como un poeta promisorio, uno de los más destacados de esa generación joven que vivió inmersa en los horrores de la tiranía.

En los primeros días de abril de 1987, cuando me dirigía, con mis hijos Michel y Mauricio, al encuentro con el Papa Juan Pablo II, en la Población La Bandera, me topé con José María y un grupo de los suyos que organizaban una bienvenida a los carabineros, al mejor estilo mapuche: piedra y honda, las mismas que derribaron, hace cinco siglos, a los metálicos conquistadores de sus corceles, porque los guerreros Mapuche jamás se tragaron el cuento del “centauro español”.

Me acerqué a José María Memet, alzando un brazo. No me reconoció; más bien interpretó mi ademán como un intento agresivo, sujetándome con la zurda mi muñeca derecha e insinuando un gancho de derecha…
-Soy Moure, escritor de la SECH, compañero –alcancé a gritarle. Nos dimos un abrazo… Él era muy joven; yo iba recién para viejo. Ahora nos vamos acercando, porque nuestras patrias particulares están hechas también de ríos pedregosos y de tierras avasalladas que hablan en lenguas no oficiales…

(Mis hijos me preguntaron después quién era ese joven iracundo. –Es el poeta José María Memet –les respondí. Mauricio me formuló una pregunta-comentario: -¿Todos los poetas son violentos? No, le respondí, dejando la respuesta en suspenso… Más tarde les diría, con palabras de Gabriel Celaya):

Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho…

Una veintena de títulos publicados y más de una decena de galardones y premios certifican la obra del poeta combatiente. Pero más allá de ese bagaje está el largo camino de su existencia, que sigue atravesando con ánimo resuelto y nuevos cantares.

Hoy nos trae Tierra de los Cuatro Lugares o Meli Witran Mapu, en la intraducible prosodia de la voz ancestral que canta en su poesía:

MELI WITRAN MAPU
(Tierra de los cuatro lugares)

He visto pasar carrozas
negras y blancas
desde mi infancia
Desde las ventanas
del segundo piso
las observaba
antes de aprender
el habla de la tierra
y sentía temor
Las he visto tiradas
por caballos negros
y también
por caballos blancos
He visto padres
con el pequeño ataúd blanco
bajo el brazo
camino al cementerio
En los pueblos
mueren muchos angelitos
Eran inmensamente
melancólicos
los hombres
las mujeres
y miles como ellos
los acompañaban
por las calles
con barro
Era la humanidad
la que enterraban
El polvo del polvo
Eran pobres
y sus ojotas
pisaban los charcos
llenos de estrellas
todas las semanas

En los ojos
se veía su grandeza
brillaba la esperanza
como un lucero
antiguo
Era el lucero
del amanecer
Al parsimonioso
paso de los bueyes
la carreta atravesaba
el río de la vida
y de la muerte
La higuera florecía
al paso del cortejo.

La voz del poeta no ha disminuido su intensidad contestataria y rebelde, aunque el ritmo de los versos, inevitablemente, adquiere esa moderación de las viejas y sabias razas que saben mirar el tiempo como unidad ininterrumpida en el fluir del agua, en el rumor de los vientos augurales, en el clamor de abuelos y padres, hijos y nietos que traspasan el testimonio de la lucha sin descanso.

En este gran poemario están la memoria como legado y la historia como la perenne dialéctica del conflicto entre los poderes de este mundo. El poeta ha tomado partido; mejor dicho, al escuchar la primera palabra del vaticinio supo cuál era su bandera y de qué colores vestiría su esperanza.

Celebremos, amigos, esta vibrante Tierra de los Cuatro Lugares, Meli Witran Mapu, en la voz de José María Memet.
Moure Rojas, Edmundo
Moure Rojas, Edmundo


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