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Por qué el general Francisco Franco se mantuvo neutral en 1940. O el soborno de los generales

miércoles, 29 de noviembre de 2017
La pregunta se responde, normalmente, echando mano de los sentimientos del dictador de no comprometer al puebo español, debido a lo que acababa de sufrir en el período de guerra fraticida de 1936 a 1939. La mayoría lo habíamos creido y hasta encontrábamos unos resquicios de sentimiento caritativo de un general que había decidido exterminar a los republicanos y a los comunistas fuese como fuese, incluyendo los asesinatos en las cunetas y en los muros de los cementerios.

La verdad la divulgó el escritor valenciano Joan E. Garcés el año 1996, en el libro Soberanos e Intervenidos. El autor formó parte del equipo asesor de Salvador Allende, se salvó del golpe militar de Chile por el embajador español. Fue científico, político y abogado de profesión, y además ganó el título de historiador.

Franco acababa de conseguir la victoria en 1939, cuando ya estaba prendida la mecha que haría reventar la segunda guerra mundial, provocada por la ambición desmesurada de los nazis que gobernaban Alemania desde hacía siete años, y se dispusieron a invadir toda Europa hasta conseguir un solo imperio, que casi consiguieron si observamos un mapa de 1943. Al amparo de esa ideología conservadora, controladora, totalitaria, surgieron otras semejantes, de menor importancia, siendo para los españoles las más conocidas, el fascio (fascismo) en Italia, y la Falange fundamentada en las ideas y escritos de José Antonio Primo de Rivera, distorsionados, para mayor poder de los insurrectos.

Las tres ideologías, representadas por sus cabecillas (führer-Hitler, duce-Mussolini y caudillo-Franco), quedaron unidas al acudir conjuntas al bando de los generales para acabar con la Segunda República. Los alemanes bombardearon el País Vasco, los italianos bombardearon levante y centro; Franco y sus colegas todo cuanto pudieron, las veces necesarias para conquistar la península. Llegados a este punto, se entiende que, al estallar la SGM Franco iba a formar piña con el eje nazifascista. Los estadistas así lo esperaban sin duda alguna. Pero en 1940 surge eso de que “España será neutral, o no beligerante”.

¿Qué había pasado?. Que los ingleses, ocupada Francia por los nazis, buscan la forma y manera de frenar a Franco. Por dos motivos especiales, para evitar que los alemanes pudiesen llegar a África atravesando la Península; y para no perder el Peñón de Gibraltar que era la llave para controlar el Mediterráneo. Los servicios secretos británicos se pusieron manos a la obra, y trazaron un plan que incluía el soborno a los principales generales que aconsejaban a Franco. La forma de llevarlo a cabo consistió en buscar un hombre de confianza, una vez más será Juan March, “el civil que financió el golpe militar de 1936”. Hablan con él para acordar el dinero a repartir y los generales del ejército que lo recibirían. La primera cantidad fueron diez millones de dólares y los mandos a sobornar treinta . Se cerró el acuerdo en diciembre de 1940 con vencimiento de seis meses, o sea, en mayo de 1941, con posibilidad de ampliar el tiempo (según el rumbo que seguía la guerra) por otros seis meses, y así se hizo dos veces más; cada vez que se prolongaba se incrementaba el fondo, primero un millón más, segundo con dos millones, total 13 millones. El dinero fue depositado por el gobierno británico en el banco Swiss Bank Corporation de Nueva York, hasta que los EEUU decidieron entrar en la guerra a favor de los aliados, entonces se iban a congelar las cuentas de los beligerantes allí depositadas, y para que no se incluyese la de los británicos transfirieron los fondos a una cuenta en Suiza. Los generales se beneficiaban de la retirada de sumas en pesetas que se les descontaban del monto total personal. Dice Garcés que, el 15 de diciembre de 1941 los integrantes del Consejo Superior del Ejército -Varela, ministro del Ejército, Orgaz, Saliquet, Dávila, Ponte y Kindelán- fueron unánimes en manifestar a Franco que España no debía entrar en guerra con Gran Betaña. Llegaron a constituir una Junta Militar con unos treinta generales, cuyas cabezas eran Aranda, Kindelán, Orgaz y Queipo de Llano.

En otros escritos que cita Garcés, indican que en el primer semestre aparecen como beneficiados solo diez, March es como el administrador, una mitad del dinero se pagaría en efectivo y la otra mitad depositada en cuentas personales en Nueva York y en Buenos Aires. Como hemos visto no se cumplió, sino que el fondo pasó a Suiza en cuentas que no llegaron a manejar los sobornados. Con el grueso del dinero se constituyó una sociedad anónima, de la que March distribuía títulos o acciones. El final de las cuentas todavía se desconoce. Garcés reproduce al final del libro fotos de los principales documentos desclasificados de “muy secretos”, pertenecientes a archivos de la oficina de Servicios Estratégicos de la CIA, y de Instituciones nacionales de EEUU. Allí se conservan los originales debido a que los británicos invitaron a los EEUU a entrar en la maniobra, entrar entraron en relaciones íntimas con la España de Franco y ya no se fueron. La reflexión del autor, una vez conocidos los hechos, es muy interesante, “si Juan March incomensurablemente más rico que en 1936, no arriesgó dinero propio, ¿lo hizo al financiar la insurrección de 1936?; o quién puso el dinero esa vez, me pregunto yo.
Cal, Rosa
Cal, Rosa


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