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Mis creencias políticas

lunes, 27 de noviembre de 2017
A mi amigo Carlos Pedrosa

Mi vara para medir a las personas no es su inteligencia, su dinero, ni su estatus. Mi vara es el amor a los demás. Quiero muchísimo a gente a la que noto su inmadurez mental y me enseña cada día a vivir para ser mejor persona. Tampoco me importaron nunca dinero y títulos porque, como ya escribí muchas veces, el parné sólo es una herramienta para vivir y el estatus y los títulos son posiciones en la vida a los que se llega muchas veces sin mérito alguno por parte del individuo.

A la hora de juzgar a los demás, que lo hacemos aunque lo neguemos, los juzgo por sus actos, por su esfuerzo, por sus ideales y, sobre todo, por su honestidad. Admiro al que crece limpiamente y a quien sabe corregir sus errores porque me enseña a corregir los míos.

Hace mucho tiempo que he comprobado la estupidez que supone clasificar a los seres humanos por ideologías, como hacen algunos que viven sumergidos en el perpetuo rencor sin mirar la paja en el propio ojo y, sin embargo, son capaces de elevar monumentos a sus ídolos maltratadores con el silencio cómplice de sus compañeros. Son lecciones de Historia que me da la vida y no los historiadores “muñecos parlanchines semidioses que decoran a las rosas sin piedad”. Tómese un Puigdemont en pastillas y alucinará. Garantía al cien por cien.

El problema de dar clases de Historia es saberla y ser honesto. Lo que abunda es ideología, manipulación y odio. Sobre todo odio. Aderezado, eso sí, con una buena dosis de insolidaridad y prebendas a costa de los callados, indolentes y sumisos.

Vivimos tiempos de cobardías, de enjuagues oportunistas y escasos de valentía para enfrentarnos a grupos de manipuladores, que ensalzan o condenan sólo desde la perspectiva de su propio objetivo. Nada importa el pensamiento generalizado de los demás, se impone el pensamiento único, que tan denostado debiera ser siempre, ante el silencio cómplice de la mayoría. Y eso me recuerda la famosa anécdota atribuida a Beltold Brech, pero que en realidad es del pastor protestante Martín Neömeller: “ Llegaron a por los comunistas, pero como yo no era comunista nada tenía que temer…”.

Aunque teóricamente vivimos en democracia, y por tanto los ciudadanos tienen derecho a opinión y voto, sería muy deseable, desde la libertad individual, ser lo suficientemente maduros para enfrentarnos a posiciones intransigentes y radicalismos de pequeñas minorías que, con comportamientos altivos y sin otros argumentos que el rencor, manipulan a las autoridades, más pendientes de no molestar a esos pequeños dictadores radicales, que de mostrar sensatez.

Nadie duda de que en la vida se pueden cometer errores significativos, pero también es cierto que cada hoja tiene su envés. Y a la hora de juzgar, yo prefiero la benevolencia a la revancha. Como diría el cantante Macaco: “ El problema de andar prejuzgando es que nunca conoceremos a quién pudimos tener delante”.

Y en esta vida cada cual tiene su historia.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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