El placer

"Il piacere" es un famoso libro de Gabriele D'Annunzio el poeta y escritor italiano, que decía que no frecuentaba los burdeles para no encontrarse a su madre y a sus hermanas. Con un lenguaje muy preciosista, mas que barroco, rococo, abrazo el futurismo de Marinetti y fue un entusiasta del fascismo, que para el significaba la vuelta al pasado del Imperio romano y a la grandeur de los duques y condes, de los Medici y todas sus glorias. Edifico un palacio delirante "Il Vittoriale degli italiani" recargadisimo con todo tipo de objetos, todo abigarrado y grandioso o monstruoso según se mire, la apoteosis de lo cursi, palabra en desuso en la época de los chandales y las zapatillas deportivas. En la exaltación de lo italiano no podía faltar Roma caput mundi y esto es precisamente el placer, il piacere,es la Roma de la Plaza de España y su fastuosa escalinata, son las puestas de sol tan sonrosadas de octubre, noviembre, las ottobrate romanas‎ y es precisamente en este comienzo de noviembre donde se desencadena una tumultuosa pasión, exasperante, con amantes que en lechos repletos de bordados permanecen en ropaje de Adán y Eva, muy juntos pero sin tocarse, como probablemente en versión cutre harán Pablo e Irene, para así atizar los sentidos y alcanzar una especie de Nirvana. Recomiendo a los amantes primerizos esta experiencia, viajen a la Ciudad Eterna y permanezcan juntos, muy juntos, dolorosamente próximos durante toda su estancia, sin perderse la visita a San Pedro para recibir la bendición del Papa. Se me dirá por parte de mis amables lectoras que D'Annunzio era muy machista y un exhibicionista cuando cabalgaba en sus playas de Pescara desnudo como Dios lo trajo al mundo o montaba en un avioncito de la época pararrojara proclamas nacionalistas a la hoy croata Pola, probablemente Puigdemont el condottiero de Cataluña no ha leído al D'Annunzio,sino hubiera hecho estas gestas del caballo y de la avioneta, en la Costa Brava y sobre los espectadores del partido Girona-Real Madrid. Para su tiempo Gabriele se consideraba muy viril, un metro sexual, y en otra obra una diva, una hermosa dama sacrifica sus manos para salvar la obra maestra de su artista, un reconocido escultor. Lo peor de Gabriele y sus amigos era su pasión por las pistolas y la violencia. Tiempos de escuadristas y milicias, un horror. Queda sin embargo la estética, su piove, piove sulle nostre maní ignude, llueve, llueve sobre nuestras manos desnudas que conocen de memoria todos los italianos. Al llegar por enésima vez a Roma permitaseme mencionar a Gabriele D'annunzio en esta mágica ciudad de Roma.

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