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¡He visto un milagro!

sábado, 23 de septiembre de 2017
He visto un milagro! Desde que tengo a Ducki en casa mis paseos son todavía más habituales, lo que nos viene bien a los dos y me da material para hablar de las cosas de Lugo que tanto nos interesan a ustedes y a mí (si no fuera así estarían leyendo otra cosa, digo yo). En algunos de esos recorridos las historias vienen solas en los sitios más insospechados, y hace un par de días en el parque de la Milagrosa (más conocido como el parque de FRIGSA) tuve el privilegio de ver un milagro. Lo que leen.

Paseaba tranquilamente cuando escuché los gritos desgarradores de una niña pequeña, que llamaba así la atención de su madre, los viandantes, los pájaros y creo que hasta de alguna farola porque mamá había decidido que era hora de marcharse a casa y la cría no lo tenía tan claro. Se ve que la nena no lleva bien que le lleven la contraria y clavó sus uñitas en el brazo de su madre con toda la fuerza que tenía, que no parecía ser escasa porque cuando retiró los dedos había heridas… y ahí vino el milagro ¡la madre le gritó!

“Es lógico”, dirán ustedes… “si tu hija te hace sangrar porque le ha dado por imitar a Lobezno lo suyo es meterle un grito, porque el soplamocos que hace unos años era la receta que curaba esos males ahora es un delito que te puede llevar a la trena en menos que se dice “voy a llamar al teléfono del menor” así que como para jugársela”. Y comprendo que lo vean así, salvo por el pequeño detalle de que la madre de la cría es ¡He visto un milagro!sordomuda.

“¿Cómo va a gritar una sordomuda?” insistirá el desconfiado lector, reticente a buscar en Google el teléfono del negociado de reconocimiento de milagros en el Vaticano (por cierto si les pica la curiosidad de eso se encarga la Congregación para la Causa de los Santos y su número es el 39 (prefijo de Italia) 06 698 842 44). En respuesta a su pregunta le diré que sí, que estoy seguro, porque a esa señora la he visto en innumerables ocasiones en la calle de la Reina recogiendo firmas para una organización en apoyo de personas que sufren esta discapacidad. Se comunicaba con notorios aspavientos haciendo ver claramente su desgracia y logrando así conmover a mucha gente. Por supuesto si alguien quería aportar algún euro para la causa también lo recogían, pero eso era secundario, lo importante eran las firmas.

“Luis, que te la han colado, que lo de las firmas era una estafa”. Oiga, me ofende que piense eso. ¿De verdad alguien cree que una persona se aprovecharía de la empatía de la gente para sacarle la pasta fingiendo ser de una asociación de ayuda a discapacitados para quedarse el dinero y así hacer un doble daño ya que nos hacen desconfiar de todos?

Pues puede ser, pero prefiero creer que he visto un milagro.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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