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Las armas nucleares

miércoles, 20 de septiembre de 2017
Las armas nucleares Corea del Norte y sus actividades nucleares han vuelto a poner de actualidad un tema apocalíptico que estaba puesto en sordina al final de la guerra fría. La posibilidad de la destrucción del mundo y el holocausto nuclear de las grandes urbes. En Japón y en Corea del Sur existe una conciencia viva del peligro nuclear. En los años 90 del siglo pasado participe en las conferencias y manifestaciones antinucleares de Hirosma y Nagasaki, incluso fui uno de sus moderadores, teniendo que gestionar actividades milimetradas que parecían sacadas de un horario ferroviario‎, que alternaban exaltación y civismo, los desfiles con carteles por la paz, se detenían en los semáforos. Los ibakushas, los descendientes de afectados por las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, del 6 y el 9 de agosto, presentes en todos los actos. Organización fantástica. Cultura de Estadio. El pasado año en Corea del Sur, en el Estadio Olímpico participe también en unos Juegos Olímpicos por la Paz en que se palpaba el miedo a un conflicto a gran escala y el terror ante las armas nucleares de destrucción masiva. En el resto del mundo el movimiento pacifista de los tiempos de la confrontación entre Estados Unidos y la Unión Soviética languidecia mezclada con el pacifismo de los hijos de las flores, que marcaron el movimiento contra la guerra de Vietnam, con su "haz el amor y no la guerra" "Make Love not war". Corea del Norte con su dinastía comunista y su visión del mundo militarizada y de poblaciones encuadradas, sus líderes imprevisibles, sus discursos bélicos, sus ensayos atómicos, sus misiles que sobrevuelan Japón y su enfrentamiento contra los Estados Unidos es un factor de desestabilizacion no sólo en el Sudeste Asiático, sino en todo el mundo. Las Naciones Unidas del Secretario General Guterres ha asumido el protagonismo pacifista, que impulso la Carta de San Francisco después de la segunda guerra mundial. Se trata ahora de prohibir las armas nucleares, sin tapujos, ni sobrentendidos, ni intentar derrotar a nadie. Se trata de salvar la humanidad, de proteger las vidas de millones de personas. Es decir contra nadie, sin buenos, ni malos, sino a favor de todos. Por ellos se escuchan las voces de Antonio Guterres y del Presidente de la Cruz Roja y de otras grandes organizaciones internacionales y líderes religiosos, que apelan a los ideales humanitarios, de un pacifismo renovado, que busca un consenso universal, sin estar contagiados por el odio, ni impulsados por el despertar de un populismo anarquista, que quiere imponer un nuevo orden al estilo de la Revolución de Octubre o de las marchas de Roma y las antorchas de Unter den Linden en Berlín. A partir del 20 de septiembre, 122 países, empezaran a firmar en Nueva York el Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares. Para Guterres la adopción del Tratado es "un importante paso hacia la aspiración de un mundo libre de armas nucleares" y como subraya el periodista Miguel González obedece en palabras del portugués a la "creciente preocupación por el riesgo que supone la existencia de armas atómicas y la conciencia de las catastróficas que tendrían si alguna vez volvieran a ser usadas". El Presidente de la Cruz Roja Internacional Peter Maurer lo considera a su vez como un paso histórico hacia la deslegitimación, que conducirá hacia su eliminación. El Buró Internacional de la Paz de Ginebra, el mayor organismo independiente en que estamos englobadas el mayor número de organizaciones pacifistas se declara a su vez entusiasta por este Tratado, que aboga por la cordura y por el empleo de los recursos así liberados hacia esa tan deseada economía de Paz al servicio de los ciudadanos. Las grandes potencias se resisten a firmar este Tratado y tampoco la OTAN es partidaria, pero la opinión pública mundial acabará por hacerles entrar en razón y convertir en realidad que las armas se conviertan en arados, de resonancias bíblicas. Esta en juego el futuro de la humanidad, la disuasión nuclear tiene un límite y no basta con la prohibición completa de los ensayos nucleares, ni el haber suscrito el Tratado de No Proliferación, hay que ir a la raíz y arrancar de cuajo las malas hierbas, prohibiendo las armas nucleares, como propugna este ambicioso Tratado que entrará en vigor 90 días después de que lo ratifiquen 50 países. Los pacifistas lo tenemos claro, pero rechazamos el buenismo, nos apelamos al sentido común y a la implicación de los cauces políticos de las Naciones Unidas. Es todo un reto.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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