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Dispersión

miércoles, 06 de septiembre de 2017
Estamos ante una importante fase vital para los vegetales, la dispersión de semillas. La formación de la generación siguiente, pero también la búsqueda de nuevos hábitats, la modificación, aunque ligera, del área de distribución. Todo eso está encerrado en ese proceso.

Recuerdo que de niño iba a jugar a un campo cercano a mi casa. En verano, volvía a casa con bolas espinosas pegadas a mis calcetines. Las Dispersiónbolas tenían la apariencia de ser vegetales, estar secas y eran del tamaño aproximado de un garbanzo. Muchos años más tarde, estudiando Ciencias Biológicas en la Universidad de Barcelona, me reencontré con esas bolas, pero entonces ya sabía yo que eran el fruto de un género de la familia de las Papilonáceas llamado Medicago. Aquel fruto con espinas estaba adaptado para adherirse a la piel peluda de cualquier mamífero que, luego, al notar algo molesto debido a las espinas, se lo quitaría dejándolo caer al suelo. De este modo contribuía a la dispersión de las semillas que llevaba el fruto. Las diferentes especies del género Medicago tienen el fruto en forma helicoidal, lo que le sirve para ser transportado por el viento.

El viento es un agente importante en la dispersión de las semillas. ¿Quién de nosotros no ha jugado soplando sobre los vilanos del diente de león, para verlos esparcirse? Son tan puntuales en su aparición que en una recordada película, Amarcord, se mide el paso de un año por el período de tiempo que media entre una invasión de vilanos y la siguiente. Se dispersan a lo loco, con generosidad suelo decir, pues cuantas más semillas se dispersen, mayor será la probabilidad de que alguna caiga en terreno apropiado y que dé origen a una nueva planta.

El viento, sí, el gran dispersador. Con numerosas estructuras adaptadas para que las semillas sean llevadas por él, como los vilanos, de los que he hablado, pero también las sámaras, esas aletas que hacen que las semillas de arces semejen hélices con las que juega el viento, o las de olmos, rodeadas casi por completo de su aleta voladora.

A veces hay agentes inesperados, como es el caso de los arrendajos, que entierran bellotas como reservas que serán comidan en tiempos de Dispersiónescasez. Lo malo para él (y bueno para los robles), es que olvida muchos de los lugares de escondrijo de sus bellotas que, pasado el tiempo y cumplidas las condiciones biológicas, llegan a germinar. Los robles mantienen su presencia gracias a un modo peculiar de dispersión.

Hace unos cinco años vi en los borde de carreteras secundarias unas plantas de porte leñoso, de unos 70 cm. de altura y con flor duradera de color amarillo. Me pareció una especie de arrayán y le pregunté a un colega botánico. Me dio la razón y me comentó que era una especie que estaba entrando en Galicia por los bordes de carreteras, transportadas por coches. No es que las semillas se suban al coche, no. Pero de los cientos de semilla que forma cada planta, alguna puede engancharse al vehículo de modo inestable. Tan inestable, que al poco trecho se desprende y cae al suelo. La semilla ha sido transportada. Hace años veía menos ejemplares de este arrayán, ahora veo más. Parece que se dispersa bien. También las vías del tren son buenos caminos para la dispersión de semillas y, por tanto, para movimiento de plantas.

Hace unos cuarenta años, se inauguró el primer tramo de autopista en Galicia. Recorría 66 km entre A Coruña y Santiago de Compostela. Como mediana entre unas y otras vías se plantaron ejemplares de Cortaderia, aunque se levantaron voces alertando de la posibilidad de que se transformase en una planta invasora. Con los años, la autopista fue creciendo, las plantas se eliminaron del lugar en el que fueron plantadas, pero hoy actúan como invasoras y se extienden libremente a lo largo de muchos kilómetros y no sólo por la autopista, también por la autovía y demás carreteras próximas a ellas. Cientos de kilómetros. Tal vez los vilanos de estas plantas, que formarán por miles cada año, serán arrastrados hacia los camiones debido al efecto de succión generado por sus volúmenes y velocidades. Luego, y por diversas causas, pueden caer y germinar en cualquier lugar, promoviendo de este modo la dispersión de las semillas.

Hoy, los céspedes de los campos de fútbol son gestionados y cuidados por especialistas. Antes, había en ellos problemas de drenaje, necesidad de mucho césped de crecimiento rápido y otros requerimientos. Hoy, en los campos de fútbol lucen céspedes muy hermosos antes de comenzar los partidos. Las partes cercanas a las porterías suelen ser las más castigadas, pero todo está reparado una semana más tarde.

Antes de la época de esos cuidados, siempre costosos, los campos de fútbol eran prados en los que crecían las hierbas. Quiero suponer que cuando mis calcetines se llenaban de frutos de Medicago, también lo hacían los de los futbolistas. La verdad es que había una gran uniformidad en la flora de esos campos, pues las botas de los futbolistas actuaban como eficaces agentes de dispersión, llevando semillas de un sitio para otro.

En estos días estoy en Santiago. Cada día llegan cientos de peregrinos que vienen recorriendo el Camino. He salido de paseo y he visto una gran disparidad de ellos que llenaban las calles de mi ciudad. De un tipo u otro, casi todos iban calzados con botas. Y he pensado en qué modo ocasional de dispersión están llevando a cabo, qué tipos de semillas llevarán en sus botas. Tal vez recopilando las semillas presentes en ellas fuese posible realizar algún estudio sobre la dispersión de semillas en el Camino de Santiago, realizada por los mismos caminantes. Yo ya no estoy en condiciones de emprender ese estudio, pero le brindo la idea a quien quiera ponerla en práctica.

En el capítulo XII del Origen de las especies, Darwin trata con detenimiento el tema de la dispersión, en animales y vegetales.
Valadé del Río, Emilio
Valadé del Río, Emilio


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