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Patente de corso para el verano

miércoles, 02 de agosto de 2017
Amén de las noticias que hábilmente tapan otras, no hay duda sobre como la canícula coincide con un tiempo dónde las normas para la convivencia se alteran a inventario de mesnadas invasoras sobre nuestra Galicia costera.

Efectivamente. Una vez más el futbol con sus entresijos sucios, escandalosos y ciencia y arte para transformar un deporte en espectáculo y fuente de negocios en los que las cifras confesadas producen urticaria en el pueblo que vive administrando a duras penas un salario o una pensión.

Pero lo han logrado, como en tiempos de la oprobiosa. La captura y persecución mediática de futbolistas o mandarín añoso de la Real Federación Española del balompié, ha eclipsado cualquier atisbo de interés por la corrupción política con la insólita declaración en sede judicial del Presidente del Gobierno que lo es también del partido político -pp.- que controla las mayorías en la división del poder democrático.

Tuve un coincidente, que no amigo, quien sostenía públicamente algo espeluznante y fruto de la subcultura de la indecencia. "El problema no está en robar, está en que te pillen...". Se lo aplicaba a su héroe el "honesto Lendoiro", presidente del Súper Depor. Supongo que alguien le habría instruido en aquella vieja tradición de la Costa da Morte sobre los denominados "Raqueiros", que colocando luminarias en animales, lograba confundir a los navegantes para que naufragaran y así aplicar la costumbre por la que aquello que la mar arrojaba en tierra era para quien lo encontraba.

Llega el verano. Galicia es un vergel bañado por las aguas marinas. Nuestros más de mil seiscientos kilómetros de costa son santo y seña para la oferta al visitante. Pero también son patrimonio ecológico de la humanidad. De ahí que las administraciones públicas pongan normas y sancionen su incumplimiento. No me gustaría ver una Galicia convertida en esa franja Mediterránea plagada de chiringuitos, colmenas y toda suerte-desgracia de monumentos al mal gusto o demolición de la naturaleza. Pero, ¡ojo al estado de la cuestión!. Una parte muy importante del litoral Atlántico gallego ya ha sido víctima de la especulación urbanística. Nos queda A Mariña y A Costa da Morte. Incluso puedo señalar que la crisis de la burbuja inmobiliaria nos ha salvado la piel, eso sí, dejando esqueletos, grúas y nichos que nadie se atreve a derribar.

Pero tampoco parece muy eficiente la administración que cuida costas y puertos. ¿Cómo es posible que en invierno hagan expedientes a un visitante solitario de una playa por ocupación de los dominios de costas y en este mes entre julio y agosto las auto caravanas hagan uso y abuso con patente de corso para ciscarse en las normas y dejarlo todo perdido en medio de la sorpresa e indignación de los que somos habitantes todo el año?. Tengo delante de mi casa, en pleno norte, casi treinta invasores que lo mismo ponen una cocina de campin-gas que organizan batidas a los pulpos, sargos, u otras especies al alcance de su afición a la pesca submarina. Y es que han descubierto lo barato, cómodo y ecológico que resulta pasarse por el arco del triunfo las normas del resto del año para las acampadas libres.

Pero lo peor está por llegar. Segundo sábado agosteño. Una fiesta declarada de interés turístico para Galicia, A Maruxaina, amenaza un año más con volver a batir todos los records del botellón y sus consecuentes excretas humanas, alfombrando de inmundicias playas, calles, atalayas y jardines que han sido cuidados para los visitantes. ¡Estamos perdidos y dejados al pairo!.

Así que si alguien desea conocer lo que se entiende por "ley del embudo" no tiene más que acudir a un lugar denominado San Ciprián los próximos 11 y 12 de agosto. Estará en un lugar dónde los visitantes volverán a usar los carros de los supermercados para arrastrar los componentes del botellón, ese culto contra la salud que está prohibido expresamente por normas del Estado y de la Comunidad Autónoma de Galicia, de paso comprobará que las administraciones de puertos y costas ni están ni se les espera a sabiendas de la pestilente ocupación de sus dominios.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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