Los malos presagios que tenía mi amigo Jeffrey Sachs sobre la cumbre del G20 se hicieron realidad y no se avanzó en dos temas vitales como son la Cuestión del Clima y la de Libre Comercio. Donald Trump el bisoño presidente del tupé, aparte de exhibir a su esposa Melania con un llamativo vestido de la firma española Del Pozo, consiguió la unanimidad de los otros diecinueve participantes en la cumbre en la defensa de los Acuerdos de París sobre calentamiento global y repulsa del proteccionismo.
Curiosamente los manifestantes antiglobalización estuvieron de acuerdo en este último punto, los extremos se tocan, Trump ataca a la globalización porque aniquila muchas empresas americanas y los antisistema también están en contra por achacar a la mundialización el subdesarrollo de gran parte del mundo y considerar que el G20 es un instrumento para enriquecer a los ricos.
El profesor de New York, desearía que en vez de un desfile de personalidades individuales en que estos deciden según su capricho e inclinación personal hubiera sistemas dirigidos hacia el bien común.
El carisma y el narcisismo argumentan son las armas de los modernos demagogos como Napoleón, Hitler, Stalin y Mao que utilizaron la propaganda, el terror y el culto de la personalidad para conducir a millones a la muerte.
Sin llegar a estos extremos, el encuentro entre Trump, un personaje psicológicamente inestable y profesionalmente impreparado y un presidente Putin que practica el cesarismo democrático en un país continente que está dando los primeros pasos en la democracia se reveló poco productivo, simpatizaron, ideológicamente ambos son ultraconservadores, pero Donald tiene la pesada hipoteca de la actuación rusa en contra de Hilary Clinton en las últimas elecciones y un fiscal que lo está acorralando y que podía conducirle a su destitución, el temido impechment que acabó con Nixon y estuvo a punto de hacerlo con Clinton.
Llegaron a un acuerdo de fin de hostilidades en Siria aunque los americanos nunca han reconocido Bashar al Assad y mantienen muy buenas relaciones con los kurdos que son los enemigos tradicionales de Turquía, todo un avispero.
Turquía y China tienen también dos líderes que conducen una política muy personalista, especialmente Erdogan y si a esto añadimos a Corea del Norte, Kim Jong-un, con su joven e impetuoso líder tenemos un poker de ases o mejor un repoker que no tienen detrás excepto en Estados Unidos un sistema de división de poderes y de equilibrios internos. Se impone y en este tema estamos de acuerdo Jeffrey y vuestro audaz reportero de que hay que reforzar las Naciones Unidas, modificar el Consejo de Seguridad que refleja actualmente la balanza de poder después de la II Guerra Mundial y llevar nuevos actores a este poderoso Sanegrin.
Esta cumbre del G20 ha estado dominada por conflictos estratégicos en vez de concentrarse en la economía y el medio ambiente a escala mundial.
Con las nuevas y poderosísimas tecnologías se podría deducir los efectos nocivos del cambio climático, terminar con la pobreza extrema y acabar con epidemias como el sida, la tuberculosis y la malaria. Para esto habría que haber hablado de los objetivos del desarrollo sostenible que
representan la agenda para la dignidad humana hasta el año 2030. No lo han hecho y tampoco consiguieron ni acabar con las amenazas que Kim y sus misiles de Corea del Norte significan para un mundo a salvo, ni apaciguar la guerra de Siria ni resolver el conflicto de Arabia Saudí y Katar, con la pezuña de Iran de por medio.
Mientras tanto, los impresentables del antisistema desplegaron una tremenda violencia quemando y destruyendo e hiriendo a policías de las fuerzas de seguridad que recordemos que para Passolini son los verdaderos hijos de los pobres. En definitiva los verdaderos proletarios.
Como enseña Gramsci, la montaña parió un ratón y ahora hace falta, junto al pesimismo de la inteligencia, el optimismo de la voluntad.
