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Este país debiera tener arreglo

jueves, 11 de mayo de 2017
En mi estado no debiera de estar preocupado por el devenir del País. Las autoridades, democráticamente elegidas, debieran resultar ejemplares y velar por el bien común con una actitud ética encomiable; pero, desgraciadamente, todos los días estallan escándalos donde los protagonistas son teóricos paladines de la sociedad. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal estado de corrupción y qué tipo de educación habrán recibido estos personajes? ¿Cómo hemos podido llegar a tal voracidad por el dinero que casi todas las instituciones están infectada por el virus de la avaricia?

Personas que han sido elevadas a los altares de la sociedad con cargos de prestigio de repente aparecen cubiertas con el lodo de la corrupción. ¿Qué puede hacer un ciudadano de a pie cuando su “honorable” president es acusado de llevarse el dinero del País, cuando una presidenta de una Comunidad no sabe nada de la tramas de sus ayudantes, cómo los jueces pueden reunirse con los políticos para conseguir ascensos a cambio de favores? ¿De quién podemos fiarnos? ¿De los bancos? ¿De la prensa amordazada con subvenciones? ¿De los curas pederastas? ¿Es posible que todas las instituciones estén cubiertas por el manto de la sospecha y la crisis de valores llegue a tantas personas y lugares?
¿Quién resulta fiable?

Personalmente he de decir que conozco personas limpias, sanas, que saben vivir ajenas a estos impresentables y que caminan con tranquilidad sin temer inspecciones ni conspiraciones, pero he de decir también que forman parte de ese otro mundo más pobre, humilde, sencillo y sincero. Son personas que conocen y viven con dignidad, que se esfuerzan cada día para pagar unos impuestos que desgraciadamente mucha veces se malgastan o simplemente son robados por esos desalmados. Son personas que se sacrifican y pagan a Hacienda confiando en que sus políticos hagan repercutir su dinero en escuelas, ayudas a necesitados, hospitales, carreteras, viviendas, desarrollo y un sinfín de necesidades que hay en la sociedad. Son familias que cada día se esfuerzan en su trabajo, que educan a sus hijos con esos principios que hoy resultan tan escasos, que les inculcan la responsabilidad, la honradez, el esfuerzo y les dan ejemplo.

Evidentemente, éstas son las personas que debieran gobernarnos porque ellas nos pondrían sentido común y pondrían a buen recaudo nuestros impuestos de estos buitres depredadores, pero, desgraciadamente, muchas de esas personas son escépticas y no participan de la actividad política porque no encuentran en los partidos compañeros de viaje fiables, ni tampoco ven en los sindicatos la lucha y el fin que se propone y no entran a participar en otra instituciones porque no ven las cosas claras.

Fíjese el lector cuántas personas conoce y que uno considera válidas como se niegan a ser políticos. Alguna razón tendrán y mal se cura el problema con tantos sinvergüenzas. Es una pena.

Uno, como quien esto suscribe, quizás traumatizado por la Postguerra, les jura que padece alergia a los políticos y le gustaría curarse.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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