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Si quieres conocer a alguien observa cómo trata al camarero

martes, 25 de abril de 2017
Si quieres conocer a alguien observa cmo trata al camarero Leí el otro día en algún lado una frase que me gustó: “Si quieres conocer a alguien observa cómo trata al camarero”. No hay duda de que estas breves palabras encierran una gran dosis de verdad y que la gente se muestra tal como es en situaciones cotidianas, incluidas aquellas en que creen que nadie les mira. Ayer estuve un ratito sentado en una terraza en el centro esperando por unas personas y no pude evitar fijarme en lo reveladores que son estos comportamientos.

Lugo es una ciudad tradicionalmente relacionada con la hostelería. La cocina de nuestra urbe, inmortalizada en la frase de Don Alfredo Sánchez Carro "...y para comer, Lugo", resume magistralmente las virtudes de este pequeño punto del mapa. Quizá por eso ha habido siempre tal profusión de bares y los barrios se comienzan a poblar en cuanto aparece la primera barra donde tomarse unas cañas, es nuestra seña de identidad junto a la Muralla.

A lo mejor por eso es tan sangrante que la hostelería sea una de las últimas formas de discriminación popular que se mantiene sin denuncia por parte de nadie. Hay campañas de todo tipo para que se respete a casi todos los colectivos, pero ninguna reflexiona sobre la mala educación de una parte más que considerable de la clientela frente al colectivo de los camareros.

Las mismas personas que cuando van a Zara son educadísimas y le dicen a la persona que les atiende “mire, por favor, si fuera tan amable de decirme si les quedaría una talla más”, no dudan en pegar un berrido al salir de allí y entrar al bar de al lado y soltar un “¡ponme una caña!”, sin siquiera mirar a la persona a la que le grita.

Quienes están de cara al público saben de qué hablamos. Recientemente un amigo que trabaja en una zapatería publicaba en el Facebook unas duras palabras sobre una clienta que le trataba como si fuera su esclavo, que en todas partes cuecen habas. Hay combinaciones de todo tipo, con maleducados en todas partes y personas amables allá a donde van, pero no he visto nunca la inversión del principio que antes les exponía y que alguien sea más amable en un local de hostelería que en un comercio. También es cierto que hasta hace poco mi mundo estaba más cerca del de la barra, pero oigan, uno habla de lo que observa.

Probablemente muchos de ustedes estén pensando “¡yo no hago eso!”, y espero realmente que sea así porque no imaginan la dureza del trabajo detrás de una barra, por muchísimos motivos, entre los que está el propio contenido del mismo (¡la de kilómetros que se hacen bandeja en ristre!), los horarios y, sobre todo, el calendario al que estás sujeto. ¿Tan difícil es pedir todo al mismo tiempo o, si alguien se equivoca (todos lo hacemos) decírselo con una palabra amable?

Haciendo un ejercicio mental les voy a proponer que cuando vayan a cualquier sitio a tomar algo o a un comercio a mirar cualquier cosa se intenten poner en la piel de quien les atiende. Piensen que podría ser su pareja, su padre, su madre o un hijo suyo. Piensen que esa persona está prestando un servicio y que igual que cualquiera merecen un mínimo de cortesía, sea dependiente, camarero, operario de una gasolinera o cirujano maxilofacial.

Ya sé que es muy básico hablar de esto, pero si se sientan en cualquier local y observan detenidamente lo que hace la gente que les rodea durante diez minutos verán de qué les hablo.
Latorre Real, Luís
Latorre Real, Luís


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