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Gato por liebre

miércoles, 29 de marzo de 2017
Gato por liebre ‎Que remolino de pasiones se removió en mi interior cuando tuve que sacar mis buenas artes sicilianas, las de mi amigo Alkis, el griego que le gustaban las mujeres que al mirarlas parecen que escupen sangre, que en un almuerzo en la playa de Mondelo en Palermo, el barrio elegante donde residían las familias mafiosas, me hizo una propuesta de esas que ponen la carne de gallina, al hacerme un voto de amistad, en una tarde de pascua en que los naranjos estaban en flor en esta ciudad barroca en que cinco Reyes españoles tienen sus estatuas, testimoniando los grandes lazos de Sicilia con Aragón y con los Borbones, pues bien este hombre enjuto, estábamos ya en los postres y el famoso vino Corvo di Salaparuta había alegrado la conversación, cuando Alkis mirándome fijamente saco a colación a mi madre, a quien había conocido en Roma y llamado dramáticamente Miteras, madre en griego, se conmovió y quiso sellar los lazos de amistad con el siguiente discurso que incluso años después se me clavo a fuego, "Joaquín", bueno en Italia no saben de jotas, a pesar de la dominación maña y me han llamado siempre Yoaki, "despues de conocer a tu madre tenemos lazos de sangre y deseo testimoniartelo con mi promesa de ayudarte a desembararzarte de tus enemigos, estés donde estés, tu me dices a quien tengo que eliminar y lo haré sin dudar y sin necesidad de explicaciones" se sirvió otro copazo de vino y nos quedamos callados. Comprendí que Alkis era un mafioso y cuando después visitamos ya con otros amigos el Santuario de la Virgen de Mondelo situado entre árboles frutales, me reconcomian sus palabras. Este episodio se cerró y el griego se convirtió en un episodio más de una vida repleta de sobresaltos, siempre al borde de la quema, pero como gato escaldado evitando la hoguera. Muchos años después una lucha de gallos, de machirulos, gracias Irene, perdón Evita, encabritados por el cuadrilátero de las vanidades, Dio mío, de dar conferencias, que de todo hay en la viña del Señor, me removió la conciencia y volvió el griego de Salónica con su extravagante ofrecimiento de sacar su lupara, esa escopeta de caza con los cañones recortados, que utilizan los hombres de honor, ya que para recuperar una conferencia quer me habían prometido y me querían birlar, tuve que emplear mis artes sicilianas, de modo no violento claro, pues aunque muy asturiano temperamental, siempre me he reclamado pacifista, tuve que urdir una conjura, tejiendo palabras que bordeaban la amenaza, para defender mis efímeros derechos, ya que me querían quitar de en medio y poner en mi lugar a la embajadora de Hungría, una dama muy alta y muy delgada que hubiera hecho las delicias de Alkis, por aquello de que cuando hablan parecen tisicas hasta el punto que escupen sangre, una señora muy activa, que había conseguido un monumento para la insurrección de su país contra la madrastra Rusia y rememorar con el Real Madrid la figura. Los golazos, de cañoncito pum del coronel Ferenc Puskas. Los gallitos en cuestión eran un erudito minucioso y muy prolífico y prolijo hasta los detalles más nimios y un gestor de saberes y de intrigas que se mezclaba con militares y agentes secretos digno de Le Carre, en este cruce de acusaciones y desmentidos yo era el efecto colateral y aquí se me ocurrió cocinar una buena bullavesa virtual, siempre este Mediterráneo, ahora con Marsella y sus pícaros al fondo y en mensajes cruzados enfrentarlos, a los machirulos claro y conseguir que aquellas dos horas de conferencia se convirtieran en un mano a mano con la hábil húngara. Aquí se entremezclan otras historias que me asedian en las madrugadas cuando mi Blackberry echa humos y aparece una bellísima y sinuosa hungara colmada por Afrodita con todas las curvas que en el mundo han sido y de una conversación en casa de Umberto Nobile el comandante italiano que expugno el Polo Norte convirtiéndose en una gloria italiana,con las que Mussolini ‎encandilaba a sus compatriotas. Nobile un hombre muy alto y fuerte pastoreado por su mujer una alemana devota y metódica hasta la nausea. Este palacete, en Roma a todo le llaman palacio, del barrio de Prati era el Santa Santorum de este hombre imponente y solemne que tiñó de sombras su gesta de explorador al abandonar a sus compañeros de fatiga y huir en un globo dirigible. Me encontraba con la rutilante rubia delante del Comandante, mientras su mujer revoloteaba con un trapo en mano, nos miro fijamente como habría en su día contemplado los témpanos helados del Polo y sentenció que no debía dejar escapar a este monumento de mujer, pues argumento Nobile, las húngaras eran las parisinas del Este. La Vía Appia Antica había sellado una union,que pudo haber sido duradera, pero quedo en flor de un día, pero Hungría y su estudiante que lloraba recordando los tanques rusos en Budapest y a su país humillado mientras se abría como una gardenia. Que recuerdos. Así que feliz al haber evitado que me dieran gato por liebre, me preparo para el debate con la embajadora húngara, pero esto será otra historia para mis amigos de GD.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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