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Mundo absurdo

jueves, 23 de marzo de 2017
Mis lectores ya saben que tengo un amigo que me cuenta cosas. Entramos en un café para mantener la conversación y comienza:” Mira, ese que está ahí de uniforme, en teoría, está en horas laborales, cuando, en realidad, debiera estar cumpliendo con su trabajo. Habitúa a pasar aquí media hora y después va otro sitio a tomar algo. Cuando se cansa- y dice cansa con una sonrisa irónica-, se mete en el coche oficial y se esconde en sitios poco visibles para leer el periódico y, de esa manera, se agota el horario laboral. Es lo que tiene ser permisivo. Que tanta comprensión corre el riesgo de ser mal interpretada y se paga un sueldo por no trabajar”. Y sigue: “Pero es un sueldo del Común, del que a nadie parece dolerle, y que después repercute en la calidad del servicio. Y continúa: “Ya sé que corro el riesgo de ser un cascarrabias, pero vivo en un mundo que no puedo permitir que sea absurdo. Lo del funcionario es un pequeñísimo ejemplo de la realidad que nos toca vivir y que aceptamos a pies juntillas, pero convendrás conmigo que somos, a veces, muy críticos con los demás, fíjate con la corrupción, y después somos los primeros en intentar pagar sin IVA”. Lo de la paja en el ojo…”.

“Pero mira si es necesaria la filosofía que permitimos que dos locos sean presidentes de países muy importantes y les otorgamos la capacidad de montar otro sanbenito como ya hizo Hitler, por ejemplo. Pero eso no es nuevo en una sociedad donde sus reyes se dedican a buscar niditos de amor para sus aventuras; los políticos, muchos oportunistas desinformados, se ponen a realizar afirmaciones sexistas tan disparatada, sin pudor alguno del polaco ése, o dejamos en manos de Rato el Banco Mundial o la Vicepresidencia del Gobierno; vivimos viendo como los líderes emergentes nos asustan y abroncan, recordando los misioneros pasionistas, como si fuésemos bebés y nos amenazan porque somos cualquier cosa que a ellos se le ocurra; observamos como las televisiones, al servicios de distintos grupos de presión, se convierte en una máquina de atontar- como si esa labor fuese necesaria-;el diálogo, esa panacea que permitiría arreglar todos los problemas, consiste ahora en enrocarse en la razón de cada contendiente. Mientras la ciudadanía domesticada vive indolente y desconfiada y crea pasarelas de hedonistas para llenar su vacío vital”. “La tecnología está de moda y se imponen los robots, pero pocos son conscientes de que existen ya robots con corazón engrasados con dinero. Es lo que tiene ser inconscientes”.

Para el carro, Mi amoool, le digo a modo de reproche, que todo lo dices tú y a mí también me gusta opinar de las cosas. Te contaré la fábula de Jalil Gibrán que habla de las pretensiones humanas y de la realidad en la que vivimos:
Una zorra miró a su sombra al amanecer, y se dijo: “Hoy comeré un camello “. Y pasó toda la mañana buscando camellos. Pero al mediodía volvió a mirar a su sombra, y se dijo” Bueno…, creo que me conformaré con un ratón”.
-¿Y eso que tiene qué ver con lo que yo te explico?-

Mira, colega, yo ya sé que charlar con un intelectual como tú hoy en día es un artículo de lujo, ahora bien, yo quisiera decirte que los intelectuales habituáis a utilizar la displicencia con la ciudadanía menos preparada; sin embargo, resulta edificante bajarse del pedestal de la soberbia y conformarse con comer el ratón de la calle. Ponerse exquisito no es tú estilo y sabes que te lo digo con franqueza.

Y nos dimos un abrazo de conformidad.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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