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Las emergencias sociales

miércoles, 15 de marzo de 2017
En un reciente viaje a Roma, la ciudad donde he vivido muchos años, he comprobado el gran mérito ‎que han tenido las plataformas españolas contra las hipotecas abusivas, los desahucios, la pobreza energética y la pobreza infantil. El Parlamento italiano acaba de aprobar una ley contra la pobreza y se multiplican las iniciativas ciudadanas para paliar los efectos de la crisis y detectar las emergencias sociales. Este rescate a la población excluida y la denuncia de la corrupción explican el gran éxito de Podemos, el movimiento populista de extrema izquierda. Un gran mérito que no debe regatearseles y que debería ser recompensado con el Premio Princesa de Asturias e incluso con una candidatura al Nobel de la Paz. Han sabido detectar y poner el dedo en la llaga de la pobreza y esto tiene como decía un mérito innegable y merece una gran recompensa y muchos ciudadanos les están agradecidos. Han pulsado la alarma y han puesto de relieve la precariedad. El problema viene cuando exageran la dimensión del problema y lo atribuyen, no a la incapacidad de los políticos, sino al sistema económico imperante y a la globalización, sin explicar cual puede ser la solución. Los bomberos apagan el fuego, pero no se les concede la gestión de las casas liberadas del fuego. Las medidas preconizadas por los sistemas comunistas y en Grecia por Syriza han aumentado la emergencia social, al provocar corralitos y desabastecimiento por distorsionar las reglas más elementales de una economía de mercado, que es la única, que con sus distorsiones ha llevado bienestar y prosperidad a gran parte de las poblaciones europeas. Con su solo bagage de exitosas denuncias su gobierno de alcaldías y entes locales se está mostrando muy deficitaria. Sus planteamientos de experimentos u ocurrencias ecopacifistas pueden poner en peligro las conquistas sociales, que desean ampliar al conjunto de la ciudadanía. Respecto al tema de la corrupción es imprescindible que incluyan el amiguismo y el nepotismo en general y que exijan un nivel de preparación y de formación y no tan solo ideología pura y dura. No se trata de imponer a los tecnócratas, cuando Nuria Espert denuncia que es increíble que a alguien como a Celia Mayer se le destine gestionar la cultura de Madrid no está invocando a soluciones tecnocráticas, sino a personas que estén a la altura que exige el mundo de la cultura. Un equipo de activistas, con espíritu de comisarios políticos no pueden resolver los problemas ciudadanos ni mucho menos plantear nuevas soluciones. Además se incurren en falsedades palmarias cuando en Barcelona se pregona por ejemplo el pasado y la tradición republicana de esta ciudad, cuando en España sólo ha habido once meses de Primera República y cinco años más tres años de Segunda en toda su historia, siempre ha habido reyes y antes condes. La experimentación social solo se puede abordar en países avanzados, de economías fuertes y competitivas, pues son un verdadero lujo que afortunadamente podemos permitirnos en España ya que pueden traer una bocanada de aire fresco que impida el enquilosamiento, al mismo tiempo que son divertidas, por sus ocurrencias esperpenticas y sus salidas que rayan el sainete y la mejor tradición de las comedias de enredos, tienen un coste económico, que es asumible y benemérito por no bajar la guardia en las emergencias sociales, pero para encontrar soluciones no basta la ideología hace falta preparación, para resolver el problema de la vivienda no basta con ser okupa.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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