Escraches legalizados

La turba de separatistas que acosó e insultó a la fiscal jefe de Barcelona el pasado fin de semana al salir del juicio por el referéndum independentista de la Generalidad de 2014 es una consecuencia de décadas de adoctrinamiento contra las leyes que mantienen la convivencia de los españoles.

El llamado escrache, término posiblemente lunfardo importado de los violentos piqueteros peronistas, asustó a la fiscal Ana Magaldi, que dijo que el independentista que más se le acercó le insultó mostrando un rostro de ira y odio como nunca había imaginado en una persona normal.

Los independentistas están resultando anormales: cualquiera con inteligencia media sabe que extraer una extremidad de alguien la matará, y que el resto del cuerpo quizás sobreviva si el amputación se cauteriza inmediatamente.

Que se trate de extirpar del cuerpo humano formado durante siglos que es España el brazo que es Cataluña, es querer destruir ambos.

España quedaría manca, pero Cataluña se pudriría como todo brazo cercenado; por paradojas del nacionalismo Cataluña ya no es la cabeza del país, porque si lo fuera como durante el franquismo, la España guillotinada moriría instantáneamente.

Ahora resulta que estos acosos, que todavía siguen repitiendo eventualmente los herederos de ETA en el País Vasco, aunque dejaran de asesinar, difícilmente encuentran acomodo como delitos, y sólo parecen denunciables en ruedas de prensa, como hizo después la fiscal Magaldi.

Una muestra de la indefensión de las víctimas es la sentencia de los magistrados de la Audiencia de Madrid que declararon “libertad de expresión” el feroz escrache de Podemos de 2013 ante el domicilio familiar de Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidenta del Gobierno.

Un día alguien pasará de los escraches a hechos violentos y quizás las víctimas serán las familias de los mismos jueces que argentinizaron este país.