Reaccionarios progresistas

Compromís, partido nacionalista cogobernante en la Comunidad Valenciana, exige junto con el sindicato CC.OO., una ley parecida a la catalana para que sus funcionarios impongan el valenciano sobre el español, igual que Donald Trump quiere sólo el inglés en todas las áreas del poder federal, incluyendo los antiguos Estados mexicanos.

En España a los primeros se les llama progresistas, y reaccionario al presidente estadounidense por el mismo motivo.

Vamos a vivir los cuatro años de Trump, si todo ocurre con normalidad, en los que los progresistas y reaccionarios se verán retratados como lo que son: su viceversa según los veamos.

Que se llamen progresistas la docena de tipos que apalearon a una chica en Murcia, o el Bódalo, en prisión por pegarle a todo lo que no le gustaba y a embarazadas, o a Alfon el de la mochila-bomba, todos héroes para Podemos, es un insulto al progreso.

Para sus defensores Trump es progresista al prometer América para los americanos, como quieren Compromis y CC.OO. que sea Valencia para los valencianos solamente; y los independentistas catalanes Cataluña para los catalanes y las mareas gallegas Galicia sólo para los gallegos.

Por eso imponen sus leguas autóctonas: no para comunicar mejor, sino para evitar que trabajadores de otras áreas compitan con los locales; igual que Donald Trump.

Progresista y reaccionario son términos equivalentes, que se amplían a los de fascista y antifascista, cuya conducta o actitudes violentas y sus endogamias son exactamente iguales; además, los progresistas de la agresión a la muchacha fueron mucho más violentos que los fascistas de la librería Blanquerna.

Estos progresistas y reaccionarios, en realidad populistas y nazionalistas de tapadillo, son uróboros, serpientes mitológicas que se comen a sí mismas por la cola en su eterno retorno a la autofagia.