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La estrella

miércoles, 11 de enero de 2017
‎Hace años visite la catedral de Colonia dedicada a los Reyes Magos, un milagro de arquitectura, que se salvó de la destrucción en la segunda guerra mundial y tuve una cegadora visión de la estrella, que guió a los magos. Me remonte a siglos atrás a la fe de estos constructores de catedrales, que sin duda tuvieron también está presencia de la estrella.A parte de esta visión recogida en el Evangelio y que forma parte de nuestra cultura cristiana deseo insistir en la poesía que encierra la estrella. Antes de la era industrial el hombre se enfrentaba al gran espectáculo del firmamento, a las constelaciones de estrellas, a las lejanas galaxias. Recuerdo mis noches en las jaimas del desierto de Mauritania en las que te sentías abducido por un firmamento que te transportaba a una ensoñación sobrecogedora y en Italia cerca de Sorrento en Massa Lubrense donde además de la presencia avasalladora de la cercana isla de Capri durante el día, de noche te enfrentabas a la magia de las estrellas. Han sido dos momentos mágicos, permitidme abusar de este adjetivo, pero hay que admitir que hay sensaciones inolvidables en que la noche se hace protagonista y te avasalla y te embruja como en Paraguay cuando descubrí por primera vez a la Cruz del Sur, que solo se ve en las latitudes americanas, no se porque, en el La estrellamundo de las sensaciones solo hay intuiciones, porque asocio estas visiones a la poesía de Marinerito en tierra de Rafael Alberti, que contrastaba con el carácter del gaditano a quien conocí y frecuente su casa de Vía Garibaldi del Trastevere romano, a su irónica rudeza se confrontaba la musicalidad de sus versos, que lucía cuando se ejercitaba como genial rapsoda, llevaba miles de poesías en su cabeza, así me imagino que tenían que ser los constructores de la catedral de Colonia, los adoradores de la estrella. Una querida amiga siempre se queja de la iluminación de las ciudades que nos secuestran a las estrellas. Como tendría que ser esta estrella que movió a los magos a ponerse en viaje, como brillaría, sería como Morgenstern, el lucero de la mañana del Tannhauser de Wagner o como la caída de estrellas, de las Perseidas de agosto o tal vez una luz que se agradaba y te perseguía en los sueños. Los hombres de la era de la segunda revolución industrial, los que habitamos en las ciudades y en las megalopolis tenemos que recuperar a las estrellas, hemos abierto la caja de Pandora de la tecnología y estamos lobotomizados por este dudoso progreso que nos impide sumergirnos, levitando en un prodigioso firmamento, que propiciaba la aparición de milagros y de sobrecogedoras sensaciones de la grandeza del universo, ahora al no ver nada nos creemos en dueños de nuestros destinos y nos alejamos del mundo poético de la noche y de la estrella. Por ello desde la Fundación Paz y Cooperación invitamos a la juventud a mirar a las estrellas y a asociarla al mundo de la poesía. Recuperemos a la estrella, dejemos que nos guíe, que sea nuestra buen a estrella. Tratemos de volver al hombre primitivo, que se refugiaba en las cavernas y se sentía encadenado por las fuerzas de la naturaleza. Nosotros hemos descubierto a la inmensa fuerza de la libertad, pero tenemos que recuperar la ingenuidad y redescubrir la magia de la estrella. Niños elegid una estrella y seguirla todas las noches y dejar que os guíe hacia un futuro mejor. Adultos sentiros niños e imitadlos, convertiros en seguidores de estrellas, aunque solo sea, unos y otros, en la noche de Reyes.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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