Y, llegaron los cuarenta...

No sé con quién quedarme. Con Calderón de la Barca, y afirmar que la vida es un sueño. O con Jorge Manrique, y afirmar que "Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando/ como se pasa la vida/ como se viene la muerte/tan callando..."

Si además le pongo de música de fondo, aquel tema de Serrat; "Hace veinte años, que tengo veinte años", descubro la historia de un Mosquera. Esta vez, un bisnieto de aquel Alcalde de Ourense -Alejandro Mosquera Caride- , nieto de uno de los pioneros en el desarrollo de los Hospitales Públicos de la Seguridad Social -joya de la Corona, en la que participó Pablo Mosquera Ferrando-, hijo de un servidor, polifacético mariñano que, como rezaban los antiguos, probé mi dignidad por tierras de vascones, para alcanzar la jubilación tanto de la medicina como de la política.

Recuerdo como mi maestro de Escuela Nacional, Don Francisco Rivera Casás, me infundió algo muy obvio y que ahora apenas se escucha. La enseñanza tiene como misión hacer hombres de provecho. Evidentemente, hay que desmenuzar el contenido de la enseñanza y lo que se entiende por provecho.

Mi hijo Antón Mosquera Aldecoa, ciudadano gallego, abogado en ejercicio en un puntero despacho de la Coruña, para toda España, tuvo que navegar por tierras del Estado, hasta alcanzar el puerto dónde asienta su hogar. Como todos los Mosquera, como buen hijo de gallegos, hizo la maleta varias veces, para buscar alternativas, experiencias y conocimientos. No sólo el manejo de las lenguas comunitarias, con viajes juveniles. Especialmente, la enseñanza desde el patio del colegio de los Corazonistas en Vitoria, las aulas de la Facultad de Derecho en Pamplona, un máster en Madrid, para comenzar su actividad profesional de nuevo en Vitoria, de ahí a Barcelona, y por fin, el regreso a la madre tierra -Galicia- de los Mosquera.

En Euskadi sufrió por ser hijo de un español que decidió ser rebelde frente a la barbarie de la violencia terrorista. En Cataluña sufrió la estúpida mitología de los derechos del pueblo catalán a ser independientes del Estado español, inventándose la historia y olvidando los privilegios que pusieron en Cataluña, medios para crecer y ser tierra de promisión para los españolitos gallegos, andaluces, extremeños y castellanos.

Empezó 2017 contando que llegó a los cuarenta años. ¡sin darse cuenta!. Mientras disfruta de su hijo gallego, mariñano, -mi nieto- por el que tenemos -padre y abuelo- que poner todo lo preciso para que se convierta en un ciudadano útil y digno.

Y es que volvemos al inicio. Enseñar es dotar de herramientas para desarrollar un proyecto vital en la sociedad del momento. Ser útil, es la obligación moral que cada cual debe aportar a la colectividad, para construir un mundo mejor en el que quepan todos.

Mientras sus antepasados elegían la medicina, Antón Mosquera Aldecoa, ha elegido el Derecho. Los Mosquera, han sido una saga de gallegos que han practicado o el arte y ciencia de curar, pero también el arte y ciencia de contribuir a la justicia. Sigo pensando que cuidar, curar, defender, enseñar, acceder a la cultura, son el campo de esas humanidades sobre las que se construye una sociedad civilizada.

Mi abuelo, con 40 años, era médico en Ourense, tras regresar de La Argentina. Mi padre, con 40 años, era director del complejo Sanitario "La Paz". Yo con 40 años, había dirigido varios hospitales de la Seguridad Social, y era Parlamentario en la Cámara Vasca. La buena noticia es que todos llegamos a tal edad, en plena forma, capaces para ser útiles. La mala noticia es que todo pasa tan rápido que apenas tenemos tiempo de saborearlo.

En cualquier caso, gentes así, honestas, trabajadoras, comprometidas, hacen país. Espero que Nacho Mosquera Menéndez, cuando cumpla 40 años, para recordar con orgullo la trayectoria de su estirpe.