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Los acreedores

martes, 27 de diciembre de 2016
Las relaciones interpersonales pueden ser muy conflictivas. August Strindberg ‎en su obra maestra del mismo título nos describe con crudeza la complejidad de los Los acreedoressentimientos y como nos gusta tener deudores y nos molesta ser acreedores. Un pequeño incidente puede desencadenar reacciones insospechadas. En un momento laborioso, pero tranquilo, tuve una pequeña experiencia a la Strindberg. Un incidente, que por cierto en italiano quiere decir accidente, muy banal y ramplon pero que desencadenó un verdadero putiferio. Un error al dejar mi coche en el aparcamiento habitual mereció una represalia siciliana contra mi coche, al que con un objeto punzante, probablemente un destornillador, le supieron hacer un agujero pequeño, pero de forma tan refinada que para reparlo hacia falta cambiar todo el faro. Me indigne y les conté que este mismo caballero a quien no tengo el disgusto de conocer ya me había amenazado de quemarme el coche si volvía a aparcar en su plaza. A los encargados del parking les dije que había entendido la advertencia y que le dijeran al violento que no iba a haber represalias y que el justiciero se diera por satisfecho con su lección de dudoso civismo. Este incidente fue el desencadenante de un estado de animo, que me hizo pelearme con dos viejos amigos y provocar una tormenta en un vaso de agua. Agudizo mi cerebro, lo espoleo y me hizo inquisidor implacable, al uno lo denuncie y le afee por ningunearme en la reseña de un acto público de un conocido Club social de Madrid en el que tuvo el descaro de no mencionarme y al otro lo acose por saquearme con una factura infame por una estancia hotelelera en su hotel romano, que en Internet ofrecía por la mitad de precio. Estos dos caballeros reaccionaron de forma violenta, se convirtieron en acreedores, en personajes cazados con el carrito de los helados y se indignaron contra mi por mostrarles sus carencias, sus deudas psicológicas contra mi su viejo amigo. Ambos tuvieron un subidon de adrenalina y descargaron su furia el uno con más de diez mensajes telefónicos y el otro con un silencio sofocante. De ofendido, mis acreedores,quisieron convertirme en deudor. Como dice una castiza amiga del barrio de Las Ventas "hay que tragar mucho". Lo grande del caso es que ninguno de los dos saben que el conflicto se originó por un destornillador vengador. Como en "l'etranger" de Camus, la casualidad es decisiva y como consejo para las fiestas navideñas os diré que eviteis que un incidente por muy nimio que sea turbe esas cenas familiares o de amigos donde el alcohol pasa de la botella a la copa en un ritmo infernal, ya que el adagio romano "in vino veritas" puede dar al traste con consolidadas relaciones personales y convertir a vuestros deudos en acreedores y eso no se perdona.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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