En su discurso de Navidad, un poco acartonado como es el estilo de este rey, Felipe VI ha hecho un llamamiento a todos los españoles para construir juntos un mundo mejor. Se ha apelado al orgullo y a la generosidad de un gran país, que a base de una política de diálogo y consensos básicos, de respeto de las leyes puede superar todos los retos.
Hombre de su tiempo nos impulsa a construir y no destruir sumergidos como estamos en una gran revolución tecnológica, un mundo nuevo al que tenemos que adaptarnos para superar pobreza y desigualdades.
Se mencionó a Europa y se evitó adentrarse en berenjenales internacionales. Se centró en España y se apeló a la educación como llave que nos puede conducir a esta nueva dimensión, que nos facilite conocimiento pero al mismo tiempo nos forme en los valores cívicos y nos empuje hacia la creatividad. Se refirió muy de refilon a las diversidades que tenemos subrayando lo que nos une.
Su tono fue en todo momento optimista y ganaría mucho este logrado discurso si Su Majestad tuviera un profesor de oratoria,que hiciera convincentes sus palabras y sus ideas y no parezca una recitación leída o aprendida de memoria. Del gris brillante Felipe VI debería pasar a un rojo vivo, ganaría mucho su discurso, tan bien construido, pero que precisa ser vivido y pasar del templado al calor, de lo tibio a lo ardiente.
Por lo demás un excelente discurso, pero la forma que conforma debe mejorar para arrastrarnos a todos hacia ese mundo optimista, creativo y justo al que el Monarca nos invita ante el retrato de Carlos III, nuestro Luis XIV, un buen modelo para inspirar un reinado que esperamos sea largo y próspero.
(Joaquín Antuña es Presidente de Paz y Cooperación)
