Después de la tempestad viene la calma. 2016 ha sido un año muy traumatico, lleno de tensiones, demagogia, ambición desatada y maniobras subterráneas. La investidura de Rajoy ha sido mano de Santo. Se ha instaurado una pausa navideña tipo Stillenacht "Noche de Paz". Los derrotados se están lamiendo las heridas en las esquinas del cuadrilátero politico. Ciudadanos tiene un líder desgastado, desmayado en sus cruzadas contra corrupcion y defraudadores, los del PSOE están dividos entre Gestora y los Pedristas y no están para bromas con un Congreso en el aire en busca de una identidad socialdemócrata, Podemos esta escenificando un debate entre sus bolcheviques de Iglesias y los mencheviques de Errejon y tratan d'epater le bourgeois,

espantar al personal y no saben que inventar, lo último sentarse en el suelo sobre las alfombras del Congreso y confiar en que las ocurrencias paganas de Carmena y Colau puedan divertir a su publico. El Padre Ángel y la monja Lucía Caram han agotado las estadísticas terroríficas y preparan otra nuevas, esta vez tipo Biafra. La pareja real se desliza discretamente por la vida española, Doña Letizia luciendo modelitos y Don Felipe desgranando discursos bienintencionado pero muy grises. En Madrid caen las hojas de los árboles que nos recuerda a les feuilles mortes de Charles Trenet, es a mediados de diciembre donde se desprenden las hojas, en Francia en París es en octubre y como dominan la retórica imponen su calendario sentimental. Mientras tanto Rajoy tranquilo, impasible como siempre, prosigue con su labor de reactivacion de la economía y de esquivar como un esquiador de gran slalom todos los votos negativos que le llueven del Congreso de Diputados. Su arma es la velada amenaza de anticipar las elecciones al mes de mayo, pero lo hace serenamente y sin aspavientos. En esta retirada general a los cuarteles de invierno no participan los partidos independentistas catalanes, que han organizado una truculenta cumbre con nocturnidad y alevosía el día 23 de diciembre y persisten en desobedecer al Tribunal Constitucional, es el mismo cantar, los mismos lamentos farisaicos, el apogeo de la postverdad elevado al cubo. Claman a sabiendas de que no les van a hacer caso, pero sus quejidos se despeñan por los acantilados de Garraf. Son muy aburridos y aburren hasta a los caganets de los pesebres del mercadillo de Santa Lucía en el barrio gótico. Mas de lo mismo y por los mismos. Así nos vamos deslizando hacia 2017 con una política central mortecina y unos montaraces e infatigables abanderados de esteladas entonando el himno del Barsa.