Cae la tarde en Lugo, un barco cruza el horizonte proyectando su sombra sobre la muralla.
Han pasado quince años de ese momento. Con la carrera recién terminada, un encargo me lleva a fotografiar la arquitectura lucense. A pasear mirando.
Esta fotografía siempre ha estado presente en mi memoria, ahora, ha ganado el premio del VI Concurso Acertos e Desastres promovido por el Colegio de arquitectos y La Voz de Galicia.
En mis inicios tuve la oportunidad de fotografiar y escribir sobre bastantes arquitecturas, me sentía cómodo retratando edificios, descubriendo con la cámara aquello que las genera. He perdido ese interés por la fotografía pero no el deseo de escribir sobre ellas y sobre la ciudad.
Han pasado quince años, en la arquitectura se nos considera arquitectos jóvenes hasta los 40, he pasado esa barrera pero antes de cerrarla hemos podido construir o mejor rehabilitar en nuestra ciudad alguno de los edificios y espacios que admiraba en ese primer encargo.
Este interesante concurso sirve como resorte para reiniciar la tarea de escribir, la tarea de mostrar lo que se piensa con palabras. Los arquitectos tenemos la obligación de mostrarnos a diario, desde nuestras palabras, nuestros dibujos y nuestras obras. Escribir es consustancial a la arquitectura, es otra forma de construir la ilusión individual que revierte en lo colectivo. En este oficio siempre estará la paradoja, una persona piensa para lo colectivo, construye el escenario desde el y para todos.
El barco no paso de largo por el horizonte, se quedo varado y se convirtió en un edificio. La sombra desapareció, el recorte producido por andamios y redes de seguridad se convirtió en un plano de sombra arrojada sobre la muralla eliminando matices en el lienzo pétreo.
La nuestra es una ciudad agradable, cómoda y fácil. Su estructura urbana es interesante y como pregunta y oportunidad sigue siendo única.
Desde la muralla nace para analizar lo hecho y escribir sobre lo posible, planteando preguntas y anticipando respuestas. Hemos llegado hasta aquí por la falta de ambición y compromiso de ciudadanos, políticos y técnicos. Por trabajar y construir a corto plazo. El beneficio de pocos consentido y pagado por todos que destruye el presente, no respeta el pasado e hipoteca el futuro. La falta de visión desde cualquier ángulo, incluso el del beneficio empresarial máximo, ha construido el entorno cuando, otras maneras de hacer más que sabidas serían más educadas, más dignas y más rentables.
Todo nuestro paisaje construido en Galicia adolece de la misma enfermedad fruto de nuestra historia. Esos tiempos deben superarse. Es nuestra responsabilidad la de cambiar y la de trabajar con altura de miras.
Desde la muralla aún hay lugares desde los que se disfruta el horizonte. En eso debemos concentrarnos pero no con las herramientas pasadas que se han mostrado inútiles, incultas, egoístas y profundamente destructivas.
