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Tiranía y libertad

miércoles, 30 de noviembre de 2016
‎En estos días se ha encendido un debate entre los amantes de la libertad y los enamorados de la tiranía. La igualdad radical no se puede imponer sin represión y sangre. Los dos millones de exilados cubanos en el extranjero son un trágico balance de la larga dictadura de Fidel Castro. En unos de mis visitas a La Habana me contó un académico harapiento, que se ofrecía como guía turístico, como fue la entrada de Fidel en el Centro Asturiano. Fusiló a los principales terratenientes y próceres y ordenó a un fraile que les reconfortara con un gran crucifijo y luego al paredón. Así se trataba a los enemigos del pueblo. Se confiscaron fortunas. Se desalojaron a los residentes en el centro de La Habana y se realojaron a los habitantes de las chabolas. Se nacionalizo todo. Las iglesias fueron dedicadas a ser almacenes y establos. Se erigió en religión suprema a la Revolución. Todopoderosa. Un despotismo revolucionario. Todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Se organizaron comités de barrio para controlar la vida de los ciudadanos.Una policía política fiscalizaba la vida de todos. Había solo libertad para la verdad, pero claro está la libertad de la revolución. De elecciones nada, ya que se las calificaba de libertades burguesas y se imponía la dictadura del proletariado ejercida a sangre y fuego por los nuevos sacerdotes sangrientos de la Revolución, con su máximo sacerdote, su partícula Papa al dictador supremo a Fidel Castro. La moral, la ética revolucionaria se resquebrajo, ante el desabastecimiento y la carencia de medios en un país que en la hora de la Revolución era un país rico y próspero. Las compañeras se convirtieron en jineteras para los turistas que traían los denostados dólares del capitalismo. Las medicinas se vendían a mitad precio delante farmacias y hospitales. Cuba se convirtió en un siniestro convento revolucionario. Una prisión. Se prohibieron los viajes al extranjero. Se avanzó en la lucha contra el analfabetismo en un país sin libros ni periódicos y solo con una televisión oficial. Se adoctrino a las masas hasta niveles que ridicularizaron a los catecismo del franquismo. Esta siniestra propaganda idiotizo a los súbditos, cuya única libertad era la adhesión incondicional. En vez de laicismo se impuso demagogia. Hablo de una pesadilla, no, estoy hablando de un pais empobrecido y envilecido. Esta es la Cuba de Castro. El país de la represión y de los horrores.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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