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Nuestro Adn y la famosa ética

viernes, 18 de noviembre de 2016
Cuando alguien escapa de su oficina para ir a tomar vinos, cuando roba folios en su trabajo, cuando el personal sanitario, es un ejemplo, desde el ambulatorio, se va a la compra o llama por teléfono a su casa…está faltando a la ética, que se supone debe de formar parte de su responsabilidad laboral. Y estas actitudes, desgraciadamente, forman parte de nuestra cultura, pero nadie parece escandalizarse.

Sólo nos indignamos cuando un político roba y clamamos al cielo demandando severos castigos. Ciertamente, no son comparables por tamaño las valoraciones, pero ambas son inmoralidades que parecen estar en nuestro español ADN. Somos el país de la picaresca y en vez de avergonzarnos, nos reímos con esa mezcla de resignación y fatalismo que nada arregla y menos ejemplariza.

Y no es cuestión de que el individuo en cuestión pertenezca o simpatice con este o aquel partido político, sino una cuestión de caradura, sinvergüencería, desfachatez o pónganle ustedes el adjetivo que quieran. Aquí está aceptada, y hasta tristemente comprendida, cualquier actitud en ese sentido y, cuando uno pretende denunciarlo en conversaciones, siempre se le contesta que eso no tiene importancia y que es mucho mayor el escándalo político que esté de moda. Y seguidamente salen a relucir aquello de los principios:” es que la gente ahora no tiene principios” - se oye comentar- y conociendo un poco a la fauna humana y recordando lo que es pudor, uno comprende la inutilidad del esfuerzo.

Siempre nos quejamos de los políticos culpándolos de nuestros males y no deja de ser cierto que la mediocridad es una característica de los actuales, pero también es verdad que existen muchas personas decentes y válidas que pudieran dedicarse a la noble tarea que debiera ser la actividad política y, sin embargo, se refugian en cualquier otra actividad por la sencilla razón que es la desconfianza. Una desconfianza que es fruto de la Historia y del proceder de una gran mayoría de políticos que han usado su actividad en busca de dinero, influencias y aplausos. Evidentemente, no todos. Y ese es el recuerdo que queda de cada uno. Ahí está, para ejemplo de la Historia de Viveiro, Pastor Díaz, muerto casi en la indigencia.

Pero volviendo al meollo de la cuestión, conviene recordar que el esfuerzo, el recto y correcto cumplimento, la honradez, el pudor, la valentía…no son adornos de la persona, sino sólidos principios que se maman en casa, se refuerzan en la escuela y se mejoran con los ejemplos. Éstos, desgraciadamente, no abundan, porque hemos creado una sociedad cómoda; permisiva con la desvergüenza;avariciosa hasta la paranoia; hedonista y vanidosa sin freno; despilfarradora, si puede permitírselo, para esconder su insolidaridad; deshonesta en la relaciones sociales; competidora y afanosa de protagonismo;inculta, aunque moleste reconocerlo, o estúpida hasta la presunción; hueca y vacía en el trato directo; indolente e inerte ante cualquier desgracia ajena; incapaz de molestarse en cualquier actividad que suponga solidaridad y altruismo.

Con este caldo de cultivo es difícil encontrar personas dispuestas a luchar por mejorar la sociedad, pero hay que esperar a que haya gente generosa dispuesta a coger las riendas, aún soportando las descalificaciones y hasta insultos de algunos de aquellos por los que trabaja. Nos hacen falta cambios, ejemplos y personas válidas y valientes…y tiene que haberlas.
Timiraos, Ricardo
Timiraos, Ricardo


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