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Francisco y Martín Lutero

miércoles, 09 de noviembre de 2016
Francisco y Martn Lutero ‎El viaje del Papa Bergoglio a Suecia para celebrar el 500 aniversario de la Redorma luterana marca un hito más de este Pontificado tan singular. Cincuenta años de conversaciones entre católicos y luteranos como mandato expreso del Concilio Vaticano II dan un gigantesco paso adelante y lo hacen como cultura del encuentro y con una actitud que recuerda a San Juan XXIII. Volviendo al Evangelio el Papa jesuita resucita los reproches a los escribas y fariseos y simplifica la polémica que divide y que en el pasado ha ensangrentado y sembrado el odio entre ambos bandos. Con su presencia en Suecia y con su protagonismo con la Federación Mundial Luterana Francisco simplifica las cosas no se pierde en tenebrosas y frondosas disquisiciones teológicas y en farragosos documentos de difícil lectura, se refiere exclusivamente a lo que une, no a lo que divide. Somos cristianos debemos desterrar el odio, pedirnos perdón recíprocamente y caminar juntos hacia un futuro de unidad. La descristianización de Europa, la indiferencia y el relativismo que tanto preocupo a Papa Ratzinger Benedicto XVI es asumido con descarnado realismo por Papa Bergoglio y facilita el abrazo con los hermanos separados. No se puede cambiar la historia, volver atrás el reloj a los tiempos de Lutero y del Imperio, se viven otros tiempos, soplan otros vientos, los cristianos están perseguidos y son mártires en Mesopotamia donde se encuentran las raíces del cristianismo. Ser cristiano nos une, por lo tanto para Francisco los luteranos, los protestantes, los indignados actualizando las palabras y los conceptos, somos hermanos y por lo tanto debemos fundirnos en el abrazo de la cultura del encuentro, del respeto del otro, del prójimo y vivir un mundo de misericordia, de amor al pobre, al desamparado, al perseguido, al inmigrante, al mártir. Papa Francisco es un gran simplificador como lo fueron Juan XXIII y Juan Pablo I, el efímero Papa Luciani, no predica grandes cruzadas para conquistar y cambiar el mundo como el vigoroso San Juan Pablo II, comprende que sin vencer al odio y al prejuicio no se puede construir la Ciudad de Dios de San Agustín. Por otra parte su peronismo, ese algoritmo, instalado en el cerebro de todo argentino, le impulsa a abrazar a los descamisados del mundo, lo que el Santo Padre denomina las periferias y hacia ellas se vuelca, encarnándolas en los refugiados. Su último gesto de unión con los pobres, los humillados, los miserables ha sido prescindir de su retiro en Castel Gandolfo convirtiéndolo en Museo y alejándose de su disfrute personal, como ya hizo con los aposentos vaticanos, si pudiera trasladaría San Pedro a un suburbio. Simbolicamente su viaje a Suecia es practicar la sencillez del discurso, prescindir de los escribas y fariseos y abrazar a quienes se reconocen en Cristo e invitarlos a caminar juntos por las veredas de un mundo hostil. No es extraño que el director Paolo Sorrentino, el de la gran belleza y el de la juventud, dos películas que rebosan estética, este haciendo una serie sobre un futuro Papa joven, que elige por nombre Pio XIII. Roma caput mundi.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


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