La oportunidad que se abre a la ciudad para recuperar el gran espacio que media entre la Muralla y el río Miño, con esa multimillonaria inversión que nos llueve de la Unión Europea, es prometedora y aunque supongo que los plazos son breves hay que dar una pensada a cómo se va a enfocar el asunto.
En este mismo blog ya dedicamos un artículo a sugerir una gran avenida flanqueada de edificios de muy baja altura. Imaginaba una gran senda verde, con jardines y setos, e incluso árboles no demasiado altos. Insisto en que es fundamental respetar las vistas desde la Muralla para no estropear el único mirador que nos queda tras la especulación de los últimos cuarenta o cincuenta años.
Sin embargo hay un importante tema que, imperdonablemente, se me pasó y que quiero traer a colación tras su importante repercusión en la prensa local, principalmente en la edición del domingo de La Voz de Galicia que le dedicó toda la portada de local: la cuestión arqueológica.
El arquitecto Carlos Sánchez-Montaña, entre otros investigadores, han apuntado la posibilidad bastante bien fundamentada (en mi inexperta opinión, claro) de que pueda haber restos de un anfiteatro romano en el Carmen. Estaría frente a la capilla del mismo nombre, un poco más abajo de la actual sala de exposiciones Porta Miñá.
La propuesta que defiende Sánchez-Montaña es convincente. No es lógico que una ciudad en la que se molestaron en crear una espectacular fortificación como nuestra muralla, una capital de un convento jurídico que abarcaba el noroeste peninsular, que contaba con domus, mosaicos, acueducto, termas y que era un punto clave de las vías de la zona
careciera de una instalación tan básica para los romanos como es una dotación cultural.
¿Dónde podría estar? Parece lógico que esa comunicación entre una de las pocas puertas originales de la Muralla, la Puerta del Carmen o Porta Miñá y el río Miño contase con un importante camino que transcurriese por lo que hoy es el mal cuidado Camino Primitivo. Ese trayecto está muy bien orientado gracias al desnivel natural del terreno y la luz solar que recibe por la tarde, así que no sería descabellado pensar que los romanos, que no daban puntada sin hilo, aprovecharan esas circunstancias para construir ahí un anfiteatro de tamaño medio o pequeño que diera a los ciudadanos el espacio de ocio que tanto gustaba a nuestros ancestros.
No voy a defender yo aquí algo que Sánchez-Montaña ha explicado con mucho más acierto y con más recursos de los que yo pueda tener, sobre todo porque los conocimientos le avalan. Mi modesta reflexión es la siguiente: si existe la posibilidad, por remota que pueda ser, de que ese anfiteatro fuera una realidad y que bajo el Carmen haya joyas arqueológicas por descubrir
¿no creen que sería razonable empezar por ahí?
La otra opción es hacer un ambicioso diseño urbanístico que cuente con compensar a los propietarios de los terrenos con ciertos derechos de edificación y luego, cuando empiecen las obras, encontrarse con todo el pastel.
Sánchez-Montaña lleva insistiendo en este asunto desde 2002 por lo menos. Me sorprende que se le haya hecho tan poco caso. No creo que sea muy complicado confirmar si tiene o no razón. En el primer caso habremos profundizado en la investigación y conocimiento de nuestro pasado. En el segundo habremos perdido unos pocos euros en una apuesta que no es ni excesivamente arriesgada ni demasiado ilógica, todo lo contrario.
Y por favor, no nos vengan con los plazos. Si hubieran empezado a meter la pala y el pincel en estos 14 años que Carlos lleva avisando estaba más que investigado.
