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Requiem por mi celta chino

sábado, 15 de octubre de 2016
Nunca entendí que un personaje como Maradona resultase ser el dios de una nación intelectualmente admirable como Argentina. No por sus cualidades como futbolista, ni siquiera por su tonteo con la droga y tampoco por el mal ejemplo de vida. No, por nada de eso. Lo digo por su versión de pirómano, que este hombre es capaz de jugar un partido por la paz y desatar la peor de las guerras.
Requiem por mi celta chino
Esta semana le he visto fundirse con el Papa Francisco y este parecía que sostenía en sus brazos a la divinidad que representa en el planeta, según cuenta su biblia. Por lo que sé el buen pastor es también tifossi, que la pasión futbolera no está reñida con las deidades.

Así que, a mí que no soy nadie, supongo que me está permitido tomarme la licencia del forofo y entonar un réquiem por mi Celta chino, mientras sigo denunciando el futbol-negocio de este siglo. Porque esa es la clave.

Vivimos una época de desmadres económicos en los asuntos futboleros y el mero traspaso de uno o varios jugadores puede rentabilizar una inversión en acciones de un club, siempre que seas tú el que lo maneje. Supongo que me entiendes.

He leído que los aficionados le pedían al inversor Carlos Mouriño que vendiese sus acciones, a buen precio, entre los aficionados del equipo de mi vida. Yo desde luego, compraría mi parte y mis amigos la suya. Pero no va por ahí la cosa.

También me contaron que una peña se acercó al presidente vendedor y le animó a ser un benefactor de la ciudad, como otros emigrantes que regresaron de América con fortunas más pequeñas que la del “rey de las gasolineras de México”. Ya sabes, Policarpo Sanz, José García Barbón o Fernando Quiñones de León. Pero parece que tampoco está dispuesto el Mouriño inversor.

Este personaje, el inversor, no tiene nada que ver con aquel que soñaba de pequeño jugar en el Real Club Celta y de adolescente, más ambicioso, con ser su dueño que es lo mismo que ser el presidente.

No hace mucho, juró en público que “jamás vendería la entidad a nadie que venga de fuera, no entra en mi cabeza”. Debe de ser porque esta Galicia será China en nada, cuando sus grandes emprendedores gallegos terminen de vender sus industrias al poder amarillo.

Supongo que reaccionarán y reaccionaremos a este gran fraude de un señor cuyo pasado, cuentan en México D.F. algunos colegas, está lleno de turbulencias económicas. Porque el Celta es a Vigo lo que son símbolos principales y forma parte de nuestro patrimonio vital. Ni es una empresa al uso ni es moneda de cambio.

Estoy seguro de que toda esa gran familia céltica ya sabe ahora con quien se ha jugado los cuartos cuando algún iluminado convirtió los equipos de fútbol en sociedades anónimas.
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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