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Las baladronadas del amigo Donald

martes, 11 de octubre de 2016
Las baladronadas del amigo Donald A veces parece que estamos oyendo a un resucitado Jesús Gil en las salidas de tono, en los exabruptos que lanza por sus fauces el camarada Trump. Conecta perfectamente con los ambientes tabernarios y con ciertas salas de banderas y casinos de provincias del siglo pasado, que arrojan por la boca obscenidades, descalificaciones grotescas, improperios dignos del mejor machismo o en sentido inverso del peor círculo de los conjurados por el cambio total y definitivo. Son baladronadas de Don Juanes de guardarropía, de xenofobos y racistas de tomo y lomo, sueños impotentes que en otros tiempos atiborraron los campos de concentración e incluso de exterminio. Las mujeres consideradas un simple objeto de quita y pon, una caterva de infelices curas, gitanos, judíos ahora son los musulmanes los aludidos, masones, homosexuales, gordos, deformes, grotescos, diferentes que propician chistes y gerigonzas del peor gusto, que son reidas y aplaudidas, son las sacudidas verbales del hombre convertido en rocín, con o sin un Juan Ramón Jimenez que les dignifique y trate de justificarlos. Donald Trump tiene sus propios demonios a los que escupe fuego como un dragón rubicundo, su bicha negra son los mexicanos, con los que se despacha a gusto y se refocila en sus vidas aperreadas de un exilio con trabajos precarios y sin papeles, descarga la furia de los hombres y mujeres contra sus servidores ancilares y la de los rudos trabajadores temerosos de perder sus puestos de trabajo, así como los policías de gatillo fácil. Ahí van destinados sus sarcasmos, aunque Donald en amor gusta de los frutos prohibidos de sus hetairas del Este europeo. Esto atiza la fantasía, la admiración mezclada de envidia del hombre común que va pasar delante de sus ojos a esas mujeres irreales a las que ni puede acercarse, ni menos aspirar sus caros perfumes ni respirar sus labios operados. Este Don Juan de formas groseras y de pacotilla arranca votos de estos hombres encanallados en sus pensamientos más recónditos, que se desatan en las guerras civiles y en lamentables asaltos colectivos en las fiestas populares. Trump no pertenece al establishment, no es de la casta de la Nueva Inglaterra, ni de la señorial Boston con sus Catedrales del saber y de fabricar privilegiados, es el hombre de la calle que se hizo a si mismo y ganó fama, en su caso mala, y fortuna revestida de gigantescos rascacielos, uno de ellos a la misma vera de las Naciones Unidas. Este hombre de asfalto y cuadra aspira a gobernar el mundo. Dios nos coja confesados.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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