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Viviendo deprisa: de la soltería a las despedidas

martes, 11 de octubre de 2016
Las etapas de la vida pasan aceleradamente delante de nosotros. Salvo la niñez, recuerdos de veranos infinitos, de horas de piscina, sol y playa, de tiempo lento y cadencioso, sin preocupaciones. Con la llegada la edad adulta, la vida es un disparate de prisas.

Vamos siempre corriendo y aún así no nos sobra ni un poco de tiempo para no hacer absolutamente nada. Y si echamos la vista atrás, nos parece que hace tan solo unos meses que estábamos dibujando imágenes de besos en el instituto, buscando rincones oscuros, cómplices de besos apasionados o paseando por el parque, cogidos de la mano, compartiendo los más tiernos besos románticos con el que creíamos sería el auténtico amor de nuestra vida.

Ahora, cinco relaciones más tarde, y con algunas canas sobre nuestras cabezas, nos vemos empujando carritos de bebe, tras haber pasado, como era de esperar, por las clásicas carreras de ir de un lado para otro, sin tiempo alguno que perder, buscando carros de bebe para dar con el perfecto.

Todo un mundo apasionante el de la puericultura cuando te toca meterte de lleno en él. No sólo tiene que preocuparte por el desembalso de dinero que cualquier producto para la infancia supone, sino que tienes que estudiar que cumpla escrupulosamente con una normativa de seguridad tan amplia, que más bien parece que nuestro pequeño vaya a ir a Marte en este artefacto.

Cuando lo más fácil, y bastante más económico, hubiese sido pedir prestado uno de los cinco cochecitos de bebe que hay en cada familia y a los que ya no se le está dando uso ninguno o, en todo caso, y si queremos que nuestro primogénito lo estrene todo, encargarlo por internet.

Y parece ser que así es nuestra vida irremediablemente, porque echas un vistazo a tu alrededor y todos están igual. Observas interesado como buen espectador para comprobar que las rutinas diarias de tus amigos son calcadas a las tuyas y que el hastío está presente en la mayoría de nosotros, por una carga impuesta sobre nuestros hombros, cada vez más pesada.

Vida de soltero
Un día nos llama un amigo, el soltero de oro que quedaba en el grupo, o la soltera en el caso de las chicas, y nos comenta que hay una aplicación para conocer gente y ligar que se llama welov y que es la bomba, toda una revolución en el mundo de las citas. Nos empieza a comer la cabeza con las ventajas de su estilo de vida, sin ataduras, que vaya muermo que estamos hechos, que ya nunca podemos quedar para tomarnos una copa, aunque sea en “plan tranquilo”… y lleva razón, apenas tenemos tiempo de ir a darnos un buen corte de pelo.

Nos da cierta envidia esa llamada de una persona libre y sin ataduras a sus cuarenta y tantos tacos, pero luego miramos a la familia y no la cambiaríamos por nada. Así que, entre resignados y encantados, curiosa mezcla tan extravagante como la misma existencia, nos vamos a la cama para afrontar al día siguiente otra larga jornada laboral

Después, pasados apenas dos meses, seis o un año, nos vuelve a llamar este amigo y nos dice que por fin ha conocido al amor de su vida y que quiere invitarnos a su boda, que está completamente enamorado y que hay que organizar una despedida como bien merece la ocasión, perfecta y sin complicaciones, dejándola en manos de una organización de despedidas de soltera o soltero, según el caso.

Reflexión final
Y comprendes que, como bien decía tu abuela, a cada cerdo le llega su San Martín, y él no iba a ser menos. Te entran una ganas enormes de darle todo un discurso sobre todo aquello que él te había defendido poco tiempo atrás, pero no lo haces. Primero porque es tu amigo, segundo, porque te alegras infinitamente de que esté atravesando una de las etapas más bonitas de la vida, el enamoramiento intenso y vibrante de los primeros años de relación.

Llega el día de la gran fiesta, loca y desenfrenada, que sale simplemente perfecta, como cabía de esperar habiéndola dejado en manos de profesionales, y nos permitimos algún que otro exceso.

A la mañana siguiente, ahí está, la temida resaca, ya olvidada, de los años de juventud. La única diferencia sustancial es que lo que antes se arreglaba con un ibuprofeno, ahora nos toma varios días para recuperarnos y mientras tanto no valemos ni para freír un huevo.

Llega la calma y la reflexión, y entonces comprendes que estás junto donde debes y quieres estar. Que los quince, los veinte y hasta los treinta años, ya quedaron atrás y que hasta tu amigo, el que más resistió, ya es uno más de los vuestros. Lo único que pasaba en su historia es que, desgraciadamente, él tuvo que esperar más y se mantuvo mientras tanto, viviendo una historia, que al menos por edad, ya no le correspondía, y que había tomado prestado un modo de vida de otra época.

Empiezas a valorar todo lo que tienes y has conseguido. Una familia, una persona a la que amas y con deseas compartir el resto de tu vida. Unos hijos maravillosos de los que no quieres perderte ni un abrazo, ni un beso, ni una sonrisa. Un trabajo estable, que aunque a veces se hace cuesta arriba, te permite disfrutar de todo lo anterior.

La vida, amigos míos, es sólo una cuestión de perspectiva. De ver el vaso medio vacío o medio lleno y de ir aceptando el rumbo que va tomando en concordancia con nuestras ideas y nuestras decisiones.

Todo lo que está por venir será siempre mejor si tienes a alguien con quien poder compartirlo. Una visión optimista del tiempo pasado y del porvenir es la mejor receta para disfrutar de la vida, nada mejor que vivir con una sonrisa.
O mundo de Internet
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