Trabajando gratis

Este verano, yendo de Madrid a Galicia, he vuelto a pasar por el peaje de la autopista AP-6 en Sanchidrián, algo que llevo pagando desde los años setenta, es decir, más de cuarenta años, superando a la duración de cualquier hipoteca de una vivienda por muy larga que ésta sea.

Con gran asombro, comprobé que ahora me había convertido en un empleado temporal de la empresa concesionaria de la autopista, al trabajar para ella gratis durante un momento, cobrándome a mí mismo el importe del peaje mediante una máquina en la que se introduce el dinero, puesto que han retirado el personal de los puestos. Eso sí, la máquina expendedora de los tickets la ponen ellos. Menos mal que, de momento, los días de mucho tráfico los puestos están atendidos.

La idea de poner a trabajar al cliente para reducir personal, que empezó en las gasolineras, autoservicios y cajeros automáticos y, posteriormente, en la atención telefónica en la que el cliente a veces empieza y termina hablando con una máquina, ahora se extiende también al pago del peaje en las autopistas y todavía inventarán más cosas porque son insaciables.

Por cierto, un día puedo tener problemas si un inspector de trabajo me encuentra trabajando sin contrato en una gasolinera y encima manejando un producto peligroso sin estar autorizado (que es lo que se hace cuando se echa gasolina). No sé si la gasolinera también tendría problemas con el inspector de trabajo, aunque tal vez le baste con decir que se trata de un espontáneo que pasaba por allí y se puso a echar gasolina.

Durante el viaje a Galicia también he visto en un área de servicio a los camareros corriendo como locos dentro del mostrador porque el trabajo en el mes de agosto les desbordaba, y eso que los empresarios, con la reforma laboral, se supone que podrán hacer contratos temporales para los meses de verano. Y todas estas cosas ocurren en un país donde todavía hay cuatro millones de parados. Así no es de extrañar que haya tanto paro.