Este cuento se ha acabado. Del asalto al Palacio de Invierno hemos pasado a la charlotada de representar La Venganza de Don Mendo. A veces la sátira sirve para tratar temas serios incluso dramáticos con humor por su reducción al absurdo. Los episodios de Prada y Sánchez son dignos de Mortadelo y Filemón. Lo peor de estos meses en los que discurren mis crónicas del esperpento nacional ha sido el cariz revolucionario que burla burlando se ha ido instaurando en la política nacional. Se ha denigrado a la Transición Democrática, que se pone de ejemplo en todo el mundo de como pasar de un régimen autoritario a una democracia estableciendo una reglas y unas normas de convivencia. Subrepticiamente se ha querido volver al final de la Segunda República y restaurar el clima de odio y de pasiones desatadas, que originó nuestra gran tragedia nacional del siglo XX, la guerra civil del millón de muertos. Se ha intentado, sin decirlo claro esta, poner fin a la reconciliacion nacional y poner siete cerrojos a la ley de amnistía levantando de nuevo unos españoles contra otros. En economía se trataba de poner en práctica un nuevo experimento de economía centralizada, que pone en peligro la reactivacion económica y la creación de puestos de trabajo. El espantajo de la desigualdad sacado a pasear sin explicar como se consigue fomentar la igualdad conservando el crecimiento económico, nos podía llevar en breve tiempo a fuga de inversores, control de capitales y a los temidos corralitos. En lo religioso se vuelve a confundir la laicidad del Estado con la persecución religiosa, reviviendo el anacrónico anticlericalismo y de espalda a la necesaria fraternidad entre los distintos credos. Se lleva por otra parte la política de género al paroxismo, haciendo muy difícil la armonía entre los sexos, las mujeres tradicionalmente víctimas devienen verdugos y hacen muy difícil la convivencia. En el delirio de esta politica, se soliviantan las opciones sexuales hasta bordear el ridiculo.En un país latino de sonoros bandazos se pasa de honrar al santo patrono de Madrid San Isidro a encumbrar al orgullo gay, creando un enfrentamiento ficticio, cada cual puede hacer de su capa un sayo. Se persigue igualmente acabar con las formas instaurando un san culotismo importado de la Revolución francesa, de los campus californianos y de Nanterre, denigrando las buenas maneras, las prácticas de etiqueta elemental e instaurando el feismo y la chabacanería. Al jefe del Estado, al Rey nuestro Señor como decían los clásicos se puede ir descamisado y además no respetar la cortesía de la puntualidad. Se impone la cultura del feismo y de la greña y estos en uno de los países más viejos de Europa. Un clima en definitiva prerevolucionario, que avanza solapadamente,incluso de forma carnavalesca y festiva como en Cataluña. A este tren de la revolución encubierta propiciada por el estallido de los indignados, que reclaman con razón, nuevos horizontes, se vuelve la vista atrás y se redescubren las peores páginas de nuestra historia, en una fuga hacia atrás, a la nueva revolución digital no se puede responder con las telarañas ensangrentadas de la discordia y el odio. No se precisa del hacha que tala arboles, sino de idear una herramienta, un instrumento que abre paso a nuevas formas de convivencia. Como en el caso de Judas y de Jesús, en metáfora que entenderán bien los cristianos, se precisaban las treinta monedas, en este caso el asalto a los cielos,empezando por La Moncloa. Los aventureros son indispensables en el cine y en la narrativa, pero muy peligrosos en política, no tienen nada que perder y todo que ganar. Por último permitaseme reivindicar a los pícaros, que hicieron grande a nuestra literatura del Siglo de oro, sin pillos no se comprendería a un país latino.
