En la guarida de Mr Lee

He visitado el reino de Mr Lee situado a doscientos km. de Seúl en un paisaje paradisíaco a orillas del North River entre pinos, que se compone de una casa en estilo coreano y en un palecete convencional para recibir a sus delegaciones que vienen a visitarlo. Cerca de un kiosco en estilo pagoda están los símbolos de su movimiente que le han hecho famoso, una paloma que abraza al mundo, representando como Dios quiere a los hombres. Se exhibe también un mapamundi y una tabla de la Unificación, que es el sueño, la gran aspiración de todos los coreanos. He podido saludarle y tiene una mano pequeña, inconsistente, floja de niño, mientras en el besamano a su discípula observó un tacto firme de persona imperativa. A pesar de su evidente endiosamiento, le reciben con sonidos de trompeta, tiene un trato afable y sencillo, eso sí con interprete. Entre los mil asistentes a esta Cumbre de Religiones por la Paz han seleccionado a doscientos que visitamos su santuario. Nos reciben con azafatas en traje tradicional y heraldos con trompetas. A medida que los invitados llegan fotos de rigor y recorrido de los edificios. Se supone que traemos presentes y se nos saluda con un ceremonial asiático de infinitas reverencias. Las mesas están personalizadas en este banquete por la paz, que es más bien austero y los anfitriones se hacen esperar. Con la trompeteria de Aida aparece Mr Lee y su colaboradora. No falta el folklore con instrumentos y atavios tradicionales. En mi mesa se sienta un afgano resdente en Suecia, un Sihk con toda la barba que vive en California, un tunecino y un rumano. La fauna habitual en las reuniones de las Naciones Unidas. Realmente Mr Lee ha tenido el mérito de conseguir momentos, aunque sean efímeros de unidad entre gentes de todo el mundo que respiran la fraternidad de sentirse seres humanos sin fronteras, ni religiones, ni políticas excluyentes. Ha conseguido igualmente que cien mil seguidores y amigos asistieramos ayer a unos soberbios Juegos Olimpicos por la Paz. Creo que en mundo de los mega ricos es mejor que alguien, que aunque viva como un satrapa oriental dedique su fortuna, esfuerzos y desvelos a construir un Everland por ese sueño inancanzable que es la paz mundial. Otros edifican suntuosas mansiones, trenes de capricho o aviones personales. La velada concluye con un exquisito repertorio de canto y danza. Con estas doncellas que parecen sacadas de los cuentos de hadas con sus ropajes multicolor y su formar de bailar que parecen levitar. Todas pertenecen igualmente al movimiento. Se apagan las luces, todos a oscuras, de repente se ilumina la fachada del palacete. Luz y Sonido con los momentos culminantes de su obra. Fuegos artificiales. Suena la Sexta Sinfonía de Bethoven. Es un gran show digno de Broadway. Este caballero es un genio que ha querido asombrarnos a todos sus invitados con su alarde de vida y su coreografia. Todo este despliegue tiene un claro objetivo. Quiere poner en órbita a bombo y platillo una declaración de paz y cese de guerras, que ya fracaso en el pacto Brian Kellogg de 1928 para lograr el cese de todas las guerras firmado por casi todas las naciones del mundo entre la primera y la segunda guerra mundial, pero en la vida siempre hay que intertarlo, no venceremos el cáncer pero lo combatiremos. En Corea un magnate de la Paz lo intenta. Hace unos hechos me hicieron una entrevista en Inglaterra en el fabuloso palacio de Ronald Hubbard el fundador de los Cienciologos y quede asombrado, pero hoy el chairman Lee, como le llaman por estos lares me ha apabullado. Su megalomania grandiosa te sobrecoge. Es la perfecta opereta vienesa. La ópera Aida en la Arena de Verona. Mr Lee tiene una maravillosa guarida por la paz.