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El burkini, el trikini y el monikini

Antuña, Joaquín - viernes, 19 de agosto de 2016
‎El bikini fue un invento francés a raíz de los ensayos atómicos de su país en uno de los muchos atolones del Pacifico. El nombre hizo furor y sus máximas sacerdotisas fueron Brigitte Bardot y Ursula Anders, las sexy divas del celuloide. Francia rivalizaba con Inglaterra que había lanzado la minifalda. Esta historia de la evolución de la moda hacia el destape del cuerpo femenino tuvo su apogeo con el tanga brasileño y el monikini austriaco. La Reina Victoria y sus modas puritanas quedaron muy lejos y el ahorro de tela fue cada vez mayor. Esto ha ido acaeciendo en el mundo euroamericano, mientras en otras latitudes se cubría completamente a las damas y en África se ocultaba su espléndida desnudez. Tradición, moda y moral en litigio. El terrorismo yihjadista ha metido su sucia pezuña y torpedeado al burkini. Debajo de la ropa de baño pueden ocultarse pavorosa bombas para espantar al turismo, a menos que una policía femenina como en Irán cachee a las bañistas o se recluten a legiones de Alfredos Landas para palpar respetuosamente a las burkinistas. En Francia la polémica ha incendiado las vacaciones veraniegas atizadas por el Frente Nacional de Madame Lepen que domina políticamente las regiones meridionales. En España han entrado, como casi todo lo nuevo, por Cataluña y han merecido fotos en la prensa y la polémica se extenderá por todo el litoral español, especialmente por el sur, aunque los magnates con sus propios harenes tienen piscinas propias protegidas por modernos eunucos. En sociedades con velocidades de crucero tan diferentes es imposible alcanzar un consenso universal. Tradiciones, libertad de la mujer, normas religiosas de decencia, modas entran en una espiral que revolucionan el universo femenino. Las tobilleras eran las mujeres que en los años veinte se atrevían a acortar sus amplias faldas y encendían la libido de los caballeros. Os puedo hacer una confidencia uno de los momentos más excitantes de mida viajera fue contemplar en Dubai, en un modernismo Hotel, como hacia y deshacía su turbante una bella tapada escoltada por su madre y su celoso marido. Las manos evolucionaba con una lentitud infinita y quedaba al descubierto un poco de cuello y sus cabellos negro azabache. Repetía una y otra vez esta singular danza de los siete velos. Una ducha fría me hizo recobrar la calma. Recomiendo por tanto a los caballeros, hartos ya de tanto ombligo al aire, de recrearse con las trikineras y volver al arte de adivinar las curvas del cuerpo femenino, dejando para los mossos, los ertzainas y los miñones el tema de la seguridad. En la época victoriana hasta se cubrían las patas de las mesas para evitar pensamientos impuros, las arengas libertarias han soliviantado a algunos rijosos podemitas, tal vez haya llegado el momento de repensar el desnudo.
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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