Cuando miro al sol...

Cuando miro al sol se refleja en él tu carita de nina,
y tus ojos dan vida al cuerpo estelar de las flores celestes,
el crepúsculo gime agónicamente la melancolía de tus besos,
porque el beso es el idioma de dos almas en el firmamento.

Cuando miro al sol se proyecta en mi la paz adyacente de tus mimos,
tus manos señalan mi norte desnortado sin ti, pequeña nina,
y canto sonriendo por tener la luz eterna de tus manos,
y mis oídos oyen el eco de tus susurros cuando me besas.

Te veo en el sol, en cada rayo, en cada luz sobre la tierra,
eres la luz que ilumina mi alma en pena,
ese plenilunio sólo alcanzado contigo en nuestros días,
esa ataráxica paz que presumes tener en mi estrella.

Eres como una estrella fugaz, pequeña reina,
vienes, alcanzas, me besas y desapareces,
me dejas el hondo pesar de tu ausencia,
y me dices: Carlos no sufras porque yo soy tu princesa.

Deseas disgregar tu fuerza y tu luz en dos estrellas,
que siempre viajarán juntas por el etérico cielo de la vida,
y con sus mismas manos se acariciarán y protegerán sus cuerpos,
y haremos de ellas la luz del cielo cuando nos apaguemos.

Así quedará el cielo en nuestra ausencia,
ellas nos iluminarán nuestras noches sin estrellas,
y proyectarán nuestro amor por siempre desde tu alma,
y los amantes responderán de su amor, de nuestro amor y de nuestra alma.

De su libro de poemas "El embrujo y la musa".