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Que la justicia sea justa

lunes, 01 de agosto de 2016
Fin de semana que cierra julio. Seguimos sin acuerdo para constituir una mayoría solvente que designe al presidente del ejecutivo. Sigo sosteniendo que no pasa nada, ya que peor no nos puede ir. Incluso, según quien sea el ungido debemos temer más medidas contra la voluntad popular y sus derechos. Pero hay dos novedades que ponen en la diana, de la credibilidad, al poder judicial. El caso Bárcenas. El caso de la desconexión de Cataluña con respeto al Estado Constitucional y de Derecho español.

Por fin, más tarde que nunca, llega la hora de aclarar en sede judicial que pasaba en la sede central del PP. Y es que Bárcenas no se va a conformar con inmolarse como responsable de toda suerte de desmanes contables y financieros, de una organización que vivía en otro mundo distinto al de los pobres mortales que conforman las clases populares de España.
Por fin, sabremos qué clase de valor tiene el ejecutivo de España y sus órganos anexos como la Fiscalía. Y es que no puedo por menos que preguntarme, ¿que más tiene que pasar en el Parlamento y Gobierno de Cataluña para que "les metan mano"?. No puedo por menos que imaginarme la cara descompuesta de Ibarreche y Atucha, a los que conocía por cargos políticos y a título personal, que fueron justamente apercibidos y sancionados por los jueces del Estado en respuesta a sus proclamas y desobediencias a la ley.

En el primer caso, debo recordar como el primer Secretario General del refundado PP, advirtió que podía tirar de la manta, si le rozaban las consecuencias de la trama Gürtel. Tengo razones para pensar, como muchos españoles, que en tal ciénaga, deben buscarse los motivos del presidente en funciones para mantenerla y no enmendarla. Y es que la crisis del Estado ha logrado la perversa sumisión del poder judicial al poder ejecutivo. Es la teoría del tapón. El de Compostela es el tapón de una botella llena de gas, que ni al tapón, ni a los disueltos en el líquido que produce el gas de la corrupción, interesa destapar.

Que foto más conmovedora. Los hombres de Aznar. Los asiduos de las meriendas que, me contó Mayor Oreja, organizaba Ana Botella. Todos pendientes de pasar como testigos por sede judicial. Pero no podrán impedir las impertinentes preguntas de los letrados de Bárcena. ¿Puede ser que alguno entre como testigo y salga como imputado?. Me imagino al incombustible -campeón- Arenas, dando dicterios y consejos para evitar que se conozca el funcionamiento interno de un partido que llegó a disponer del máximum poder en todos los lares, de ahí los presentes que pudo recibir, el lugar que se pudo elegir para guardar el tesoro, los repartos que se hacían cada mes. Y es que, sigo convencido que lo de la igualdad entre los españoles es, un anuncio del Corte Inglés...con motivo de las rebajas.

¿Y si se destapa qué?: el dinero extraviado lejos de España era del PP; Bárcena, sorprende con una copia de los discos duros aporreados a conciencia; no sólo en Valencia y Madrid, se ejercía método B para lograr financiar campañas electorales y pagar estructuras gigantes de poder con las siglas de la gaviota.

Pasemos a Cataluña. Tengo familia y amigos que se levantan por las mañanas y mientras desayunan se preguntan: ¿qué nueva gamberrada producirá la Cámara de la voluntad popular catalana?; ¿Que será de los españoles que viven y ejercen como tales en territorio de Cataluña?. ¿ A que espera el Estado de derecho para disolver, perseguir y enjuiciar a los que se han creído por encima de la ley?. Y lo peor. ¿Qué extrañas ofertas se le están haciendo a los partidos secesionistas catalanes para que permitan la investidura del candidato a presidente del Gobierno de España?.

No puedo por menos que sentirme indignado. Con la chulería de unos, la cobardía de otros, el cínico posibilismo que un día dijo: "La política es el arte de hacer posible, lo imposible". Yo que me siento español, desde mi condición de gallego, no puedo tolerar que mi nación sea "la coña marinera" de los países serios en los que: o se convocan a referéndum las voluntades, o se aplica la ley con toda su carga coercitiva, máxime sin los presuntos delincuentes, son los representantes del Estado en una Comunidad Autónoma.

Desgraciadamente, España vuelve a ser un país de complejos. Frente al victimismo catalán, el complejo de culpabilidad. Frente a la iniciativa secesionista, el complejo de inferioridad. Democracia, no es sólo votar cada cuatro años, es cumplir las leyes, y cundo no nos gustan, cambiarlas desde la Cámara Legislativa dónde reside la soberanía popular de los españoles.
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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