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¿Quién impide que se forme Gobierno?

martes, 19 de julio de 2016
Escuché estos días, con las gentes inmersas en las vacaciones veraniegas: "no se nota la ausencia del Gobierno". Es como si al pueblo llano, la incapacidad para formar un Gobierno más allá del que está en funciones, le importe un comino, ya que no tiene percepciones de ausencias que impacten en la vida diaria de la sociedad civil. Es como si hubiera dos tipos de noticias. Las que producen los políticos. Las que de verdad importan a las gentes corrientes.

Todavía más. Hay quien socarronamente opina que casi es mejor la situación de "en funciones" ya que les impide tomar medidas para perjudicar al ciudadano, entre otras razones por esas amenazas de multas, recortes, dicterios, que incomodan al personal, y que estando en funciones no se pueden tomar. Y es que la acción de Gobierno en España, en los últimos cinco años, se ha convertido en legislar contra natura. Y digo contra natura, al ser la democracia el gobierno del pueblo, por tanto no debería tomar medidas contra el pueblo. Claro que tampoco deberían los gobernantes aprovechar su mandato para enriquecerse a costa del ciudadano, o mediante normas que estrechan la capacidad socio económica de las familias, mientras se convierten en aliados de los poderosos para que estos se encuentren cómodos a la hora de dar rienda suelta a sus egoísmos.

Algunos-muchos ciudadanos anónimos, ocuparon las plazas de España, gritando "¡no nos representan!". Ese grito de indignación popular, fue la simiente de los nuevos partidos políticos. No se les puede pedir a los nacidos entre las ansias para el cambio, que faciliten la gobernabilidad de quienes son culpables del desastre, la desafección con la clase dirigente, o la ruptura del sistema dónde los partidos deben ser meras correas de transmisión de la voluntad popular.

Y es que, el panorama salta a la vista. De una parte los inmovilistas, convencidos en su dogmatismo y soberbia, que tienen razón aunque esta perjudique al pueblo. Son tan conservadores que se sienten dueños y señores del poder, y desde tal plataforma, aplican al ciudadano toda suerte de castigos y desprecios. Desde la corrupción, hasta la desigualdad en el trato a la hora de soportar las cargas del modelo fiscal y económico. Recuerdan a ese jefe mediocre y cruel que, se hace bisagra y pelota ante el poderoso, para devolverle azotes, injusticias o desprecios al pueblo. Es algo así como aquella vieja división entre patricios y plebeyos.

De otra parte, los rejuvenecidos. Aquellos que tomaron nota del grito callejero y de la pérdida del contacto con la realidad social, máxime siendo partidos obreros, próximos por naturaleza a las clases populares. Al menos han emprendido la senda del arrepentimiento. No me imagino a Sánchez, reunido otro domingo con los presidentes de las grandes compañías financieras y constructoras, para escuchar lo que se les antoja necesario para seguir ganando y repartiendo dividendos, con la amenaza de que o se les atiende o se deslocalizan en este modelo globalizador de la desigualdad. Por si fuera poco, a estos socialistas de siempre, les ha salido un durísimo competidor que ha estado a punto de superarles-sorpaso-.

Los nuevos parece que han perdido fuerza. Ya no está tan claro que quieran asaltar los cielos o poner en marcha regeneración y reformas. Les puede la presión de la cátedra, que exige pactos con los inmovilistas, con algún cambio, pero siempre con la aquiescencia de Bruselas, y dejando el modelo laboral como está. Han perdido frescura e imaginación. Ya no emocionan.

Pero el principal obstáculo lo constituyen las personas. Rajoy se ha empeñado en ser Presidente. No toma nota de lo acontecido en otros lares. Si buscamos a su alrededor siguen los mismos, y es que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Los jóvenes cachorros de la derecha resultan un tanto pijos. Sus maneras de presentarse ante el pueblo siguen recordando a la vieja derecha española. Su mensaje ha sido nefasto. Usar el miedo a la alternancia es tanto como emplear la perversa pedagogía del miedo a la democracia, ya que una de sus esencias es la posibilidad de la alternancia en el poder. Han logrado imbuir dos mensajes patológicos: el cambio siempre es para empeorar la situación; los que llegan como nuevos, no han sucumbido a la corrupción por no haberles dado tiempo.

Y estamos muy cerca de una tercera convocatoria electoral. Es muy arriesgado no tener gobierno. Pero es mucho más, formarlo con Rajoy y sus huestes de Valencia, Madrid, y otros lugares dónde han mostrado su desprecio por lo público y sus deseos de enriquecerse al más puro estilo latino americano.

En medio, un verano cegado por los temores al terrorismo del Estado Islámico. Ese nuevo formato de guerra de guerrillas que hace de un lobo solitario la peor de las armas frente a: mujeres, niños, gentes de barrio, que pasaban por ahí, sin querer...
Mosquera Mata, Pablo A.
Mosquera Mata, Pablo A.


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