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La justicia popular

Antuña, Joaquín - viernes, 08 de julio de 2016
El haber sido figurante en la Opera de Oviedo, el bonito Teatro Campoamor, en Andrea Chenier, como miembro del Tribunal Popular que condena a muerte al patriota que mandamos a la guillotina me da cierta autoridad para enfrentarme a la última y ya enésima ocurrencia de la inefable Carmena, los Jurados Vecinales. Esta jueza singular y sus okupas y comparsas de lujo expertos en escraches y otras lindezas se encuentran muy encorsetados y acogotados ‎La justicia popularen la Justicia Ordinaria tan llena de Códigos y de normas que no dejan al pueblo libertario hacer de las suyas e imponer unas nuevas medidas revolucionarias. Claro que es una revolución zarzuelera y de sainete, en que a Don Hilarion le condenaran por machista y al Felipe de mi vida con su Mari Pepa les ayudarán a okupar un estupendo ático en Lavapies, a los comerciantes del PP se les fustigaran con látigos virtuales para que no sean tan tontos como decía Castro el sempiterno exregidor de Getafe y voten a la chusma de Rajoy. Tiene que ser ese pueblo sano y cabreado el que cambie el nombre de las calles y se deje de tiquismikis legales que impiden la necesaria justicia popular y no tengan que aplicarse esas ridículas normas que protejen al Patrimonio Nacional. De eso nada muñeco Carmena nos incita a dar leña al mono. Se podrían organizar como en Irán brigadas pro vicio que castigarian a los machotes de camisa abierta y pelo en pecho y a todas las compañeras que se arreglen demasiado y lleven taconazos. Se podría suministrar un gustoso aceite de ricino a todos los encorbatados de los Bancos para impular el feismo e imponer la cochambre social. A quien no acreditara tener bicicleta y no ser vegano no se le concederian ayudas y subvenciones de ningún tipo, a toda familia que no testimoniara que no tiene alguien sexualmente diverso se le suspenderán sus derechos ciudadanos y como mínimo se congelarian las pensiones. Por el contrario a los del amor libre se les concederian medallas y reconocimientos de familias ejemplares. Se otorgaría patente de corso a todos los okupas y se incitaria una redistribución de las viviendas urbanas y concesiones de espacios públicos botelloneros y porreros. Esta Justicia vecinal sería el primer jalón para impulsar una estupenda justicia bolivariana. Carmena y sus chicos tienen estos jocosos sueños de la razón o pesadillas ciudadanas goyescas y preparan a unas alegres comadres de Lavapies para ser unas futuras tricoteuses, esas damas que durante el terror de la Revolución Francesa que hacían punto y se comentaban sus cuitas domésticas mientras rodaban las cabezas de la casta de entonces. Loor y gloria a estos nuevos tribunales populares, siento que se me ha pasado el arroz para volver a ser figurante de la ópera de Oviedo y perderme la venganza vecinal, que va a comenzar por el castizo Lavapies. Pongamos a la justicia patas arriba y organicemos la marimorena. Acabemos con quisquillosos abogados del estado y juristas toca balones. Impongamos la vendetta popular. Viva Carmena!
Antuña, Joaquín
Antuña, Joaquín


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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