He visitado muchas vecez Estambul, lantigua Costantinopla, la joya del Bosforo. Me alojo normalmente en el Hotel Marmara que està en
Taxim, la puerta del Sol, el Times Square de esta ciudad cosmopolita.
He paseado por Istiklal, el corazón de la ciudad antigua, recorriendo toda la calle hasta el puente de Galata. Me he montado también en el pequeño tranvia que hace este recorrido, atravesando suus multiples zocos. He esperimentado los escalofrios en su trafico intenso con unos coches y unos taxistas que parecen conductores de Formula Uno. He contemplado con arrobo la puesta de sol en el Bosforo. He pasado por el puente Ataturk, que une la ciudad europea con la ciudad asiatica. En Francia participè en la Asamblea Nacional en un grupo de amigos de Turquia, introduciendome en el laberinto de la cuestion curda. Ese pueblo sin Estado que se distribuye entre Iran, Iraq, Siria y Turquia. He admirado la politica muy inteligente de Ataturk y sus jovenes turcos en la modernización de este gran Paìs, dotandole de alfabeto occidental y convertiendoles en un estado laico.
He seguido con mucho interés las vicisitudes politicas que han conducido a un caudillaje del actual Premier Erdogan, con sus luces y sus sombras. En mis viajes en el actual mundo arabe he visto las huellas dejadas por el imperio otomano con su folklore, su alimentaciòn y sus costumbres. Por ejemplo, en el museo de el ejercito en Argel es incontestable la influencia de este imperio que antès de la primera guera mundial rivalizaba con el imperio austro-hungaro. El siglo XX cancelò estos imperios y abriò una nueva pagina de la historia.
Esta manaña de madrugada he sentido un gran dolor al escuchar las noticias. Muertos, heridos, población civil indefensa, turistas, familias, hombres de negocios envueltos todos en la ola de terròr de unos desalmados que al grito de Allah Akbar siembran de sufrimiento y muerte a estos pasajeros y acompañantes de este moderno aeropuerto Ataturk que recibe al año un trafico de 61 miliones.
A veces faltan las palabras para describir el horror y suenan inutiles las condenas y repulsas. Sin entrar en la cuestion politica y motivaciones partidistas, nos encontramos ante la sinrazòn de la violencia. En esta forja de utopias que somos las ONG, recibì ayer una llamada de un movimiento pacifista de Corea del Sur que recojen firmas para presentarlas en Naciones Unidas, nada menos que un Convenio vinculante que implante la paz mundial. Anna, una animosa Erasmus de Friburgo en Alemannia y Ginger, una polifacetica estudiante española que incluso canta, se encargaron de hablar con dos jovenes militantes coreanas. Ante noticias como la de Estambul se ve que el mundo se divide entre violentos y no violentos y que esta brecha parece insalvable ante atentados como el de Turquia. Seguiremos con nuestra utopia no violenta. Es nuestra unica respuesta a quien practica el odio y la intolerancia. Estamos desarmados pero tenemos la fuerza de la razón. Nuestro abrazo y nuestro pesame a las victimas y sus familiares y por extensión a toda la nación turca.
