¿Para que inventaron el fútbol?

Fueron los ingleses. Ellos descubrieron un juego que se convertiría en deporte de masas para mutar, actualmente, en el gran negocio de millonarios caprichosos, a los que poco importan los sentimientos pasionales de la gente. Nadie niega ya que, entre las apuestas, la compraventa y los directivos corruptos, el fútbol actual es un pozo negro. Solo le faltaba que supuestos aficionados se transformasen en salvajes soldados de la calle, para romper todo lo que encuentran, pegarle a quien haga falta y humillar a las poblaciones donde se juegan los encuentros, convirtiendo el resultado del juego en información secundaria.

Estos vándalos callejeros no nacieron ayer en Lille ni sus fechorías son producto del alcohol. Es gente mala a la que hay que echar de nuestra sociedad: los rusos, según Interpol, son veteranos de guerra, al igual que los polacos; y los ingleses no son otra cosa que delincuentes comunes agrupados en bandas de barrio.

El caso es que alguna autoridad debiera de evitar su mera presencia en los grandes eventos. No se pueden consentir casos como un episodio que se ha repetido esta semana en Lille y que vivimos por primera vez en el centro de Madrid, cuando el PSV Eindhoven se enfrentó al Atlético, hace tres meses, en la Champions. Recordarás que los holandeses se burlaron de unas mujeres rumanas que pedían limosna en la Plaza Mayor.

Ayer pasó lo mismo en Lille pero los protagonistas fueron los hinchas ingleses y los humillados, unos niños. Al igual que ocurrió en Madrid, les lanzaban monedas para que se peleasen por conseguirlas mientras ellos se reían divertidos con la desgracia ajena. La escena la grabó en vídeo un periodista ruso y es viral en las redes sociales. Si nuestros jóvenes viven estos ejemplos mejor será que tratemos de desmontar el negocio, por muchas alegrías que nos den nuestros equipos.