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Felipe, el crepúsculo

sábado, 04 de junio de 2016
Me han dado hoy un buen baño de humildad para ver si mis egos descendían por lo menos a segunda. Fueron mis propios hijos y mi propia mujer. Dicen que los egos los tengo desde siempre, porque me encanta que se reconozca mi trabajo y que si esto no se da… me lo tomo por la tremenda.Felipe, el crepúsculo
Después de la chapa intelectual me miré al espejo y la verdad que no me reconocí. Estoy mayor y me jode más que lo de los reconocimientos. Pues sí. Pero a todo se llega en esta vida. A ser un sufridor que juega con su intelecto para que no se muera –de momento- y escribe de esas cosas de las que pocos gustan de escribir.

Por ejemplo de aquel día que fui a La Moncloa especialmente invitado por Felipe González. Aquello sí que despertó mi ego…

– Y aquí estoy yo, –me dije- un jilipoyas de Cudeiro.

Lo de jilipoyas no me lo creía, pero lo decía entonces mucho para compensar la sobredosis de Leo que me notaba encima. Tanto era así que pesaba algo más de lo normal.

En esto apareció él, Felipe, mi admirado Isidoro; y todos mis egos se desparramaron por aquel suelo que pisaban los poderosos del país. Era la primera vez que lo tenía delante; me apabulló con su personalidad y con un apretón de manos de esos que se dan sinceramente, no por compromiso.

Estarás diciendo…

– ¿Pero por qué me cuentas esta tontería?

Pues te la cuento porque hoy he leído una declaración suya; de Felipe González. Decía, refiriéndose a Chaves y Griñán…

– A eso de la mano en el fuego, que es una figura retórica de la que algunos se escapan, digo “sí”.

El mito de Suresnes se me está derrumbando desde hace tiempo. Sobre todo por lo de las puertas giratorias, las cartas de recomendación a dictadores y su defensa de algunos de los personajes que mejor consintieron la más asquerosa corrupción política, que es la que restó dinero público a los más humildes, para que se enriqueciera un grupo de bandidos.

A este Felipe lo cambió tanto el poder como el dinero. Sus sentencias suenan tan prepotentes que me lo he puesto como ejemplo de egocéntrico para mirarme ya en otro espejo, que este es un juguete roto por las ambiciones.Felipe, el crepúsculo
Rodríguez, Xerardo
Rodríguez, Xerardo


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