Bondades del TTIP
Molares do Val, Manuel - miércoles, 01 de junio de 2016
Mucha gente recuerda aún las casillas de consumos que había en las entradas a los pueblos, donde los agricultores de zonas cercanas pagaban onerosos arbitrios para poder vender sus productos en puestos callejeros, porque ni siquiera había mercados.
Era el que ahora se llama comercio de proximidad, que es un lujo, igual que hacerse un traje o unos zapatos a medida, algo que entonces existía en aquellos pueblos plagados de artesanos a los que sólo accedían los ricos: quienes no podían pagarse aquellas producciones locales, la mayoría, vestían y calzaban remiendos.
Sastres y zapateros tuvieron que reciclarse al cambiar los sistemas de producción, como todos tenemos que hacerlo ahora ante la nueva sociedad globalizada.
El comercio libre enriquece. La desaparición de los consumos propició el comercio y la creciente prosperidad local, luego comarcal, provincial, regional, nacional.
E internacional, parcialmente culminada con el Mercado Común que llegó a la actual UE que, aunque temblorosa, puede crear una unión financiera, política y social.
Los beneficios del comercio que nos han elevado desde los andrajos y la miseria a una riqueza relativa pueden ser mayores con el Acuerdo Trasatlántico sobre Comercio e Inversiones (TTIP, siglas en inglés).
Pero se le oponen quienes lo hacían al Mercado Común cuando nacía: las izquierdas dogmáticas y los localismos autárquicos, los cobradores, los casilleros de consumos.
A más comercio, a más intercambio, más riqueza. Y si hay diferencias de criterios sobre bienes y servicios entre los bloques negociadores, básicamente la UE y EE.UU., se pactan las mejores soluciones para todos.
Hasta las grandes socialdemocracias europeas apoyan el TTIP porque es un motor de la prosperidad.
Quienes luchan contra el TTIP, que defendían como superior el miserable COMECON soviético, rival comunista del Mercado Común, alegan que el enriquecedor libre comercio es un peligro.
Sólo las ultraizquierdas enemigas del progreso y las ultraderechas nacionalistas se oponen a este paso adelante, que llevará también al mundo más pobre el bienestar que necesita.

Molares do Val, Manuel
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