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Lo nunca visto. Paisaje abstracto y postguerra

miércoles, 13 de abril de 2016
¿Qué decimos cuando nos rebosa una emoción?: “No hay palabras”. ¿Qué Lo nunca visto. Paisaje abstracto y postguerrasi un paisaje nos embarga?, ¿Cómo nos expresamos tras un drama total o un dolor definitivo?: “No hay palabras”.

Pues la pintura abstracta, casi siempre que ha aparecido en el arte contemporáneo, ha supuesto una respuesta plástica equivalente a la de la frase verbal. Ya no valían las tradicionales convenciones pictóricas para representar los acontecimientos de una época nueva, casi siempre ligada a cambios de época, a tiempos de destrucción y de esperanza, de guerra y de postguerra: ya no había figuración que pudiera expresar las nuevas vivencias dramáticas, no valía la perspectiva, ni el óleo en muchas ocasiones, a veces tampoco el caballete, la acuarela era poco intensa.
Había que romper los límites del arte para poder expresar lo nuevo que se había experimentado, para abrir también una ventana a la esperanza tras la memoria del horror, para partir de cero como hiciera Klee tras la Gran Guerra con la primera vanguardia abstracta.

Eso que se llama la abstracción expresiva fue una respuesta creativa a las vivencias de la Segunda Guerra Mundial y a la postguerra, en la pintura y la fotografía, en literatura o en estética, en connivencia con la filosofía, en especial la existencialista. En Estados Unidos la crítica de arte bautizó a aquella pintura como “Expresionismo Abstracto” -con Rothko, Pollock De Kooning ,etc-, y en Europa como “Informalismo”.
Los informalistas plásticos europeos buscaron sobre todo materiales ajenos al arte hasta entonces- arenas, arpilleras, tierras, caolín, plástico, color mezclado con estas y otras materias - para transmitir las nuevas imágenes de la tortura y la destrucción. Introdujeron imágenes “nunca vistas” con la “pintura matérica” grabada, arañada, amasada e inscrita en el “muro” de la memoria individual y colectiva.

Sobre el muro real de la ciudad arruinada o el de la reconstrucción tras los bombardeos masivos se inscriben señales, macacos que rescatan la escritura infantil y pura, cruces enigmáticas; se aplica la pasta gruesa con espátula, grumosa , donde reaparecen los torturados rehenes de Fautrier en 1945 con mil ojos distorsionados . Pero los muros de silencio imaginario no sólo se pintan o captan fotográficamente en los materiales de derribo, de construcción y reconstrucción, aparecen los de trapo, arpilleras, telas metálicas de los campos de concentración y del alma. Sobre ellos no hay narraciones, son el resultado de acciones, de gestos tensos que retuercen, queman, recosen harapos, los de Burri, Millares o Scarpita.

De Holanda a Italia, de Francia a Rusia, de Polonia a la España de El Paso o del grupo catalán Dau al Set hasta el Japón, tras el dolor insólito de Hisroshima, las vivencias se asemejan, creando del centro a las periferias una nueva terminología para recordar, nuevos jeroglíficos gestuales con que pedir “llbertad” para el mundo.

La exposición de la Fundación Juan March “no tiene palabras”, la podríamos explicar mejor con performances que improvisaran los actores: apuñalando limpiamente como Lucio Fontana, arañando, agujereando, golpeando o garabateando compulsivamente desde la intensa emoción del artista.
Pena López, Carmen
Pena López, Carmen


Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad de los autores y no reflejan, necesariamente, los puntos de vista de la empresa editora


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